Morir como un hombre

Crítica de Verónica Arena - Leedor.com

Luego de 20 años de vida transexual Tonia se encuentra envejeciendo, cansada, llena de miedos, pero aún intentando sostener una apariencia femenina que insiste en desmoronarse a pesar de sus esfuerzos.

Así como ella misma no termina de resolver el problema de su identidad, los vínculos con su hijo y su pareja no consiguen definirse, situación que parece perpetuarse sin ninguna solución. De allí la melancolía y la desazón que predominan a lo largo de la película, y que llevan a la protagonista a afirmar que más allá de sus esfuerzos nunca nada cambiará, que todo siempre permanecerá igual. A esto se suma su vergüenza, “vergüenza de ser todo y no ser nada”.

Llegada a este punto de su vida Tonia deberá tomar una decisión por demás simbólica, extraerse o no las siliconas de los pechos que le han producido una infección y que le acarrean un tremendo dolor y con esto resignarse a perder aquello por lo que ha luchado tantos años. ¿Qué implica ser una mujer? ¿Qué peso tienen las apariencias? ¿Cuánto de lo que hacemos es para convencer de algo a la sociedad y cuánto para convencernos a nosotros mismos?

Un costado muy humano y vulnerable de la transexualidad se muestra en este film de João Pedro Rodrigues, donde la ficción se entrecruza con lo fingido y con lo anhelado por los personajes, que se irán desplazando entre varios niveles de representación de forma simultánea. Como nota final resulta interesante señalar la ausencia absoluta de mujeres en una película donde sus personajes se encuentran persiguiendo la feminidad.