Monger

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Aunque la prostitución haya sido catalogada como la profesión más antigua del mundo, aún hoy, en pleno siglo XXI, genera temas para la discusión. La mayoría de la sociedad la cuestiona públicamente, pero en el ámbito privado está de acuerdo, o por lo menos la acepta sin inconvenientes, y también hay una porción importante de habitantes que directamente la apoya, y, por si fuera poco, hacen alarde de utilizar los servicios.
El tema posee varias aristas para abordarlo y en este caso el director Jeff Zorrilla toma como punto de referencia para realizar este documental, a los hombres que vienen solos a Sudamérica, por unos pocos días, para practicar el turismo sexual. De allí toman la palabra “mongering” para calificar esta tan particular actividad.
Los “turistas” son generalmente solteros, no son millonarios, son de clase media, que se pueden hacer del tiempo varias veces al año para salir del primer mundo y viajar a algún país subdesarrollado, para, no precisamente ver los paisajes o museos sino, recorrer de noche bares y boliches donde paran las prostitutas.
El realizador estadounidense toma como “guía de turismo” a Ramiro, un proxeneta nacido en el país pero que a los 6 meses se fue con su familia a Houston y vivó allá hasta los 35 años, luego lo deportaron, aunque no explica el por qué, y se siente un apátrida, despotricando contra la Argentina y los E.E.U.U. Este curioso personaje no tiene plata y realiza contactos a través de internet con extranjeros para recomendarles lugares de visita y chicas. Entonces, como para ejemplificar la situación vemos dos historias paralelas, la un turista que viene a completar su récord de haber estado con 400 mujeres, antes de su cumpleaños que se aproxima, y el otro caso, es de un inglés que tuvo un hijo con una prostituta argentina.
Ellos lo ven como un comercio normal, donde para acceder a ciertas “prestaciones” hay que negociar y pagar porque, en definitiva, es más barato que hacerle el novio a alguna chica pagándole las salidas, cenas, tragos, etc.
El director no utiliza las clásicas “cabezas parlantes”, sino que acompaña a los distintos personajes en su recorrido por Buenos Aires, y ocasionalmente entra a sus departamentos. Como criterio artístico, alterna imágenes en HD con otras con una tonalidad de colores, movimientos de cámara, saltos de fotogramas, rayones, etc., que remiten a las películas de los años `’70.
Jeff Zorrilla no se coloca en el plano de denunciante, tampoco de querellante, ni de defensor del sistema, no lo juzga, simplemente nos transmite lo que hacen ciertos hombres para distenderse y pasarla bien.