Mis tardes con Margueritte

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Mientras hay vida hay esperanza

Bien podría empezar esta nota aludiendo a un clásico cliché: “Este filme es un canto a la vida”…. Tantas veces fue vilipendiada esta frase que producirá temor emplazarla, pero en términos de justicia habría que decir que no en muchas oportunidades es precisa, sintética y le va como añillo al dedo.

Una historia sencilla, amable, sin demasiadas búsquedas ni estéticas ni narrativas, sólo la utilización de algunas escenas de recuerdos del personaje principal, como para darle forma, contenido y hasta justificación al continuo desarrollo del relato primordial.

En realidad esa sencillez de lo contado tiene aristas laterales que adecuarían otra posibilidad de lectura del texto cinematográfico.

A primera vista parece ser una historia de amor, más pensada desde Erich Fromm que desde el Marques de Sade, más acorde a una definición de amor platónico, en su más severa acepción, que al amor de pareja. Muy lejos del filme argentino “Besos en la frente” (1996) de Carlos Galletini sobre texto de Jacobo Langsner.

La otra posibilidad es la de verla como una radiografía de una inmensidad de soledades unidas por inercia de la carencia, más que por búsqueda, hasta que el encanto del placer de la vida toca a la puerta, con las frágiles manos de las que es dueña una viejita de 95 años todo saber y llena de vida.

Germain (Gerard Depardieu) es un cincuentón, corpulento, bonachón, casi analfabeto, pero inteligente, acostumbra a pasar sus días entre su trabajo, dar de comer a unas palomas en la plaza, su huerta, la reunión cotidiana con sus amigos en el bar del barrio, los encuentros con su joven novia Annette y ser el sostén de su también anciana madre, en las antípodas de Margueritte (Giselle Casadesus).

Una tarde se cruza en su habitual paseo por la plaza una nonagenaria, frágil, culta, que del mismo modo que lo hace Germain, se distrae con las palomas.

La relación entre ambos se instala y fluye. Ambos con necesidades diferentes, pero compatibles: ella le leerá literatura universal, él le traerá los productos de su huerta; ella le regalará un diccionario, él le obsequiará margaritas de su jardín.

El titulo original del filme “La Tete en Friche”, que podría traducirse como “Cabeza Yerma”, entendido este termino como incultivado: el terreno estaba servido, sólo faltaba el agricultor.

Toda la narración se sustenta en la relación de estos dos personajes mucho más que queribles, no sólo desde su construcción sino, y por sobre todas las cosas, por la creación que ambos actores logran en sus composiciones, como así también, en razón la química que se establece entre ellos.

Para ello era necesario un guión muy bien escrito en donde los diálogos sean justos, precisos, y se conviertan en una de las vedette del proyecto cinematográfico, (prestarle mucha atención a la respuesta de Margueritte a la pregunta de Germain, en relación a que pasa con un adulto cuando se crío como hijo no deseado). Para lógralo llevar a cabo era asimismo imperioso contar con un realizador que tenga la mano firme en su recorte, para no caer ni en golpes bajos, ni en melodramas, ni en edulcoramientos.

De la misma manera, el texto va bordeando temas como la amistad, el honor, el amor fraternal, la muerte, el deseo, entendido desde el postulado spinoziano, en el cual se plantea que los objetos son finitos y el deseo circula entre ellos.