Mis días felices

Crítica de Lilian Lapelle - Cine & Medios

Cuando parecía que ya no podía pasar nada

Caroline (Fanny Ardant) es una hermosa y elegante mujer de 60 años, que se ha jubilado recientemente, ha trabajado toda la vida como dentista y se ha ocupado de su familia.
Ahora que ya no trabaja, sus hijas han formado sus propias familias y su marido está todo el día ocupado con su carrera, no sabe como llenar tanto tiempo libre. La situación la angustia mucho y, sumado a eso, recientemente ha perdido a su mejor amiga. Temiendo que se deprima, sus hijas le regalan un pase libre para tomar clases en un centro cultural para jubilados.
Caroline al principio no esta muy convencida de andar haciendo teatro, alfarería y expresión corporal, rodeada de gente con la que siente que no tiene nada en común, hasta que conoce al joven profesor de informática (Laurent Lafitte), y repentinamente comienzan un apasionado romance.
No eran las clases de bricolage, ni amigas de su misma edad lo que necesitaba la señora, sino alguien que diera vuelta su mundo, llenara su vida de novedades y la hiciera sentirse deseada nuevamente. La pareja hace el amor en los lugares mas insospechados, y la abuela se escabulle de su casa con excusas de adolescente para ver a su amante.
Con delicadeza y naturalidad, la película muestra el despertar de una mujer cuando las responsabilidades y las obligaciones desaparecen, y el tiempo sobra. La directora y guionista Marion Vernoux narra esta historia con una mirada femenina, una mujer que encuentra su propio camino, no el que la sociedad o su familia quiere para ella; Caroline no elige el retiro, elige vivir de otra manera.
Fanny Ardant le da vida a un hermoso personaje que pasa por varias etapas, y nos deleita durante todo el filme, en una historia que explora sentimientos y nos muestra que aún en la tercera edad es posible resignificar nuestra vida.