Mis días felices

Crítica de Julián Córdoba - A Sala Llena

Un poco de amor francés.

Mis Días Felices es uno de esos films que pasan completamente desapercibidos, pero que al toparse con ellos uno no puede dejar de cuestionarse por qué no hacen más películas como esta. Detrás del simple cliché reside aquella particular mirada francesa que basta para hacer a la obra “diferente”: Caroline (Fanny Ardant), una dentista retirada que se ve obligada a afrontar su vejez y la de los que la rodean, establece una relación amorosa -o mejor dicho, sexual- con su joven profesor de computación Julien (Laurent Lafitte), como último acto cuasi desesperado por intentar evadir la inevitable monotonía a la que su estilo de vida se encamina. Si bien el adulterio tiene una presencia fundamental a lo largo del film, éste no trata sobre eso; no hay reclamos, llantos, discusiones o cualquier otra típica característica del género dramático… se opta por contar la historia de una mujer mayor que logra ser tan divertida, inteligente, deseada y vivaz como lo fue durante su juventud. De eso se trata Mis Días Felices, de una mujer que busca disfrutar la vida.

La sexta película de Marion Vernoux (Love, etc., 1996) no pretende ser más -o simplemente algo diferente- de lo que es. No aspira a filosofar, a plantear problemáticas existenciales o a realizar una crítica social; todo está a la vista. Así como Caroline busca gozar de sus últimos años de vida, podría decirse que la realizadora francesa busca que el espectador disfrute del film; todas las herramientas aparentan estar dispuestas para la satisfacción del público: una atmósfera cautivante, situaciones que rebosan de complicidad, comedia, planos bien compuestos y una fotografía que logra complementarse a la perfección con el arte y su paleta de colores. Mis Días Felices resulta de extremo agrado desde el contenido y desde lo visual, deleitando al espectador con una trama absorbente y bellas imágenes.

No cabe duda que otro gran factor que contribuye al encanto de la película es, por sobre todo, la interpretación de Fanny Ardant. Si bien ninguno de los personajes presenta un desmesurado grado de complejidad, resulta inevitable concebir la idea de que la actriz es la adecuada para el papel. Esto probablemente se deba a la naturalidad de su registro actoral: Caroline podría pertenecer, sin dificultad alguna, al círculo de personas que nos rodean. Y a esto mismo se apunta: a presentarnos un entorno “habitual”, rodeado por personajes “familiares” y conflictos que se ven a diario… pero también nos hace notar que hay otras maneras de ver las cosas. Mis Días Felices (o “Los Bellos Días”, como sería la traducción del título original). El nombre del film es sincero; no oculta nada. Una película que transmite libertad y que demuestra que en lo “mundano” también hay buenas historias.