Mi gran noche

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Nuevamente Alex De la Iglesia arremete con los medios de comunicación y el negocio que se esconde detrás de las estrella, como lo hizo en “La chispa de la vida”, sólo que aquí la exploración se enfocará en cómo un programa de televisión puede desencadenar más de una desgracia a cada uno de los participantes del mismo.
“Mi gran noche” (España, 2015) es la última jugada del director en pos de una caricatura bizarra del consumo para la que ha logrado fichar nada más ni nada menos que a Raphael, quien juega a reírse de sí mismo como Alphonso, una estrella que quiere tener el lugar que siempre quiso dentro del panorama musical actual.
Pero para complicarle la existencia a este personaje, De la Iglesia imaginó una contrafigura joven, alguien que viene a cercenarle su lugar y que, aprovechando el lugar y la exposición mediática, se consolidará como la joven promesa que puede heredar su trono.
Adanne (Mario Casas) será el tornado latino, que con la melodía de “TORERO” de Chayanne tendrá un hit llamado “BOMBERO” que será el hit del verano y la única canción con la que pueda destronar a Alphonso, pero quien deberá ser cuidado por su representante (Tomás Pozzi) de cada una de las trampas en las que sus fanáticas lo pondrán.
De la Iglesia elige el set de grabación del especial de fin de año de 2015, que lidera en España la audiencia desde tiempos inmemoriales, como el espacio para que el duelo entre estos dos avance.
Y para sumar más aditamentos a la tensión entre ambos, imaginó una pareja en la vida real de conductores del envío (Carolina Bang y Hugo Silva), que no temen matarse (literalmente) frente a cámara para sobresalir el uno del otro, y unos extras (Blanca Suarez, Pepón Nieto) que luchan por su lugar mientras la cadena se desploma ante la tiranía de José Luis Benítez Quintana (Santiago Segura), un inescrupuloso productor y realizador televisivo que está diezmando el canal con despidos y recortes.
Así “Mi gran noche”, con su aparente superficialidad y números musicales, comienza el patético derrotero de los protagonistas, enfocándose en las miserias y luchas para conseguir un lugar en el mundo de la efímera fama actual, sin dejar de lado la situación económica de España, un presente tan incierto como plagado de desocupación y crisis.
Y si el extra que llega a último momento (Nieto) para completar una mesa, en la que una “mufa” (Suarez) despliega su inocencia y a la vez el siniestro hechizo sobre sus compañeros, termina siendo el centro de atención del director, es porque a De la Iglesia le gusta el show business, pero también le encanta mostrarnos el patetismo, como en este caso de un cuarentañero que vive con su madre (Terele Pàvez), o el de Yuri (Carlos Areces), el hijo adoptivo de Alphonso, quien además se encarga de su representación artística, desesperado por ocupar el lugar de su padre, por lo que urdirá un siniestro plan para eliminarlo en pleno rodaje junto a su novio.
El desborde, la exageración, el brillo de mentira, la sobreactuación, la exploración de los estereotipos del mundo de la farándula, como así también la planificación de un guión que no da tregua, potenciando el punchline y el gag, pero también la reflexión entre número y número musical, hacen de “Mi gran noche” un show único para demostrar, una vez más, la maestría con la que De la Iglesia reposa su lupa en universos particulares y que a la vez terminan siendo universales.