Mi gran noche

Crítica de María Paula Putrueli - A Sala Llena

A reír que se acaba el mundo.

Con Mi Gran Noche vuelve el Alex de la Iglesia que muchos de sus fanáticos estaban esperando: ese cine tan característico del director español, llevando el absurdo al extremo máximo, la comedia bizarra por excelencia, actuaciones bordeando lo delirante, logrando un resultado inmejorable, para lo que uno espera del director de las exitosas Muertos de Risa, La Comunidad y Crimen Ferpecto, entre otros geniales títulos.

La historia transcurre en un plató de televisión, donde desde hace una semana todos los actores, presentadores, figurantes y equipo técnico, se encuentran encerrados grabando un especial de Año Nuevo. La razón por la que no pueden salir es debido a despidos continuos y una crisis del canal: fuera del estudio se encuentra una turba de gente armadas con palos, que a toda costa quiere entrar y boicotear el show.

La escena a desarrollar en el set trata sobre una fiesta de Fin de Año, con dos presentadores celosos uno del otro por quién tiene más líneas de diálogo, dos estrellas de la música tales como Alphonso (Raphael, de quien haremos una mención aparte porque realmente su actuación es fuera de serie) y Adanne (un muy caracterizado Mario Casas) como un cantante latino por el cual mueren todas las mujeres, y muchas de ellas buscarán tomar ventaja de él. Ambos disputan ser la figura que haga su show luego de las doce campanadas, sin saber que hay sobre ellos otros intereses. Alphonso, un personaje repleto de violencia para con su hijo/asistente, recibe amenazas de muerte (estas escenas son de un lujo actoral, con referencias delirantes a Star Wars y su famoso personaje Darth Vader); Adanne, por su parte, será chantajeado por sus fanáticas y tendrá que lidiar con un representante, de lo más argentino que se pueda ver en el cine español.

Entre los figurantes, destaca Pepón Nieto, al cual llaman a último momento para ser reemplazo de un accidentado extra. Su relación con una de las mujeres en la mesa dará paso a escenas y diálogos repletos de sátira y lucidez.

Nobleza obliga, imposible no mencionar lo fantástico que está Rapahel en su rol de Alphonso. Dicho papel, contó el director, fue escrito pensando exclusivamente en el cantante español, con lo cual si no hubiera aceptado ser parte de la película, posiblemente no se hubiese llevado a cabo. Por suerte para todo el público, dio el sí para personificarlo y logró un personaje inolvidable.

El guión, con un latiguillo tras otro, no da respiro, el montaje lleva la historia a una velocidad vertiginosa, donde cada personaje brilla en lo suyo, y la historia nunca decae.

No hay dudas: tome el género que tome, las películas de Alex de la Iglesia, siempre nos dejan con ganas de ver la que sigue.