Mi gran noche

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

El director español Alex de la Iglesia dispara esta comedia que muestra la preparación de un programa de televisión en el que se cruzan dos cantantes consagrados y una galería de personajes extravagantes. El delirio está servido en bandeja.

El incansable Alex de la Iglesiavuelve con la comedia Mi gran noche, la más frenética y coral que ha entregado hasta el momento y con ciertos ecos de Muertos de risa, pero siempre con su intención de sorprender con un mix de subtramas que encaminan todo hacia la locura y el disparate.El escenario es un estudio de televisión en el que se prepara un programa para despedir el año y en el que participa José -Pepón Nieto-, un extra que es convocado para participar del especial en el que varios colegas y artistas llevan una semana encerrados. Afuera reina el caos por las protestas de empleados despedidos de la cadena mientras adentro se intenta mantener el falso espíritu festivo que impone la ficción.Alphonso -Raphel-, el cantante estrella, es capaz de todo para asegurarse que su actuación brille y Adanne -Mario Casas-, su antagonista, es el joven cantante latino, acosado por fans que quieren chantajearlo. A ellos se suma una galería de personajes extravagantes como los presentadores del programa -pareja en la vida real- que compiten y se odian; una directora de cámaras lesbiana; la madre de José que llega al estudio y no se separa de un gigantesco cucifijo; un representante argentino tan diminuto como gracioso -Tomás Pozzi-, preocupado por la imágen de su artista; el hijo de Alphonso -y también su asistente- que arrastra conflictos de la niñez y somatiza. Y también alguien que planifica un asesinato...El film impone un ritmo frenético con una cámara imparable que sigue a todos los participantes del programa y se estructura a partir del choque entre lo viejo y la modernidad, una parodia en la que todo vale y que se desarrolla a través de números musicales, toques escatológicos y la parodia del legendario Raphael, una estrella que sabe burlarse de sí misma. Es, en definitiva, una comedia que funciona y hasta se permite sus referencias a Star Wars, con un desfile de estrellas españolas -como la de Santiago Segura, el actor de Torrente, y tantas otras que tienen apariciones fugaces -Carlos Areces- pero efectivas.Siempre solvente en los distintos rubros técnicos y entre un clima alocado y de ficción que intenta mantener la alegría de los comensales de la "falsa" velada, la película tiene los ingredientes necesarios para atrapar y entretener al público. Rica en historias corales, entrecruzamiento de personajes y subtramas que van desarrollando los conflictos de cada uno de los artistas y participantes, la película conduce a una locura total que se burla de la televisión y los egos, entre técnicos "distraídos" y copas de utilería, todo servido en bandeja con el formato de una comedia liviana.