Mi gran noche

Crítica de A. Degrossi - Cine & Medios

Para olvidar la tristeza y el mal y las penas del mundo.
Es de celebrar que las películas de Álex de la Iglesia lleguen a nuestras salas, y en tiempos lógicos respecto a sus estrenos en España. Esta vez el director español nos presenta varias historias de diferentes y pintorescos personajes encerrados en un estudio de televisión. El motivo de tal encierro es la grabación de un show especial para celebrar el año nuevo, aunque todavía queden algunos meses para esa fecha, y el hecho que no puedan salir se debe a una violenta manifestación alrededor del canal contra su director, interpretado con solvencia por Santiago Segura, experto en tipos con mala leche.El show en cuestión tiene como escenografía a cientos de extras vestidos de gala, dispuestos en mesas adornadas con comida y bebida de utilería. Uno de esos extras es víctima de un accidente que lo deja fuera de la grabación; en su reemplazo llega José (Pepón Nieto) -desempleado con más de un problema en su vida-, quien rápidamente hace más que buenas migas con otra extra con quien comparte la mesa.Dos artistas son la atracción del programa. Uno es Adanne, joven intérprete de música estilo Chayanne -en una paródica y excelente actuación de Mario Casas-, y el otro es Alphonso, divo ególatra e impiadoso a cargo del genial e incombustileRaphael. La actuación que sigue a las campanadas es la de mayor audiencia, y es cuando Alphonso quiere actuar, sin importar qué o quién sufra las consecuencias. Su sufrido manager es el que debe negociar los términos impuestos por el divo, al tiempo que urde un plan para terminar con él, factor del sufrimiento que carga desde niño. Carlos Areces ("Balada Triste de Trompeta", "Los Amantes Pasajeros") compone a este hombre maltratado que somatiza su sufrimiento a través de su piel, en una interpretación de antología.El relato alterna entre la histeria de una grabación que impone risas forzadas y abrazos entre desconocidos para simular la alegría de las fiestas, con chantajes sexuales, supersticiones, desgracias varias, y una nada sutil guerra de egos que excede a los artistas y llega hasta los presentadores.Álex de la Iglesia impone su sello, se atreve a jugar con una figura como Raphael que se presta gustoso al juego con una gracia única que sorprenderá a propios y extraños. La propuesta es disparatada, atrevida, desopilante y digna de la filmografía de quien nos dió obras como "El Día de la Bestia" o "Muertos de Risa". En la línea de esta última hay que situar a este filme, aunque en este todo es más urgente, vertiginoso y alocado, como en las películas de los sesentas que el director buscó homenajear y recrear. Lo consiguió, con creces.Nuestra calificación: Esta película justifica el 90 % del valor de una entrada.