Mentes poderosas

Crítica de Victoria Conci - La Voz del Interior

Si Mentes poderosas hubiese estrenado hace una década quizá sería otro el cantar, pero todo indica que este intento por iniciar una nueva saga juvenil no resultará como esperaban. La película basada en la novela de Alexandra Bracken tiene un poco de todas las franquicias distópicas para jóvenes que vieron la luz en los últimos años, la mayoría de ellas muy logradas (Los juegos del hambre, Divergente, Mazze Runner). Pero lejos de aportar algo a lo que ya se vio sobre este subgénero, el filme resulta tan poco original como predecible.

Una enfermedad mata al 98 por ciento de los niños y los que consiguen vivir desarrollan superpoderes. El estado se ve amenazado por este nuevo orden y decide encerrarlos, pero algunos logran escapar y forman un grupo para vivir al margen del sistema.

La película recae en el personaje de Amandla Stenberg, Ruby, y en su partener amoroso Liam, interpretado por Harris Dickinson (Beach Rats. se puede ver en Netflix; Trust, disponible en Flow). El actor, que viene en ascenso y del que seguro escucharemos hablar en los próximos años, es de lo mejor de la cinta.

Con pocos momentos de acción para destacar, la película comienza con una persecución de autos que deja mucho que desear. Quizá la única secuencia que se puede destacar en este sentido es una que tiene lugar en un campo donde se refugian los chicos, con una especie de soldados que tiran fuego por la boca.
De a ratos, el filme coquetea con cierta oscuridad y se anima a escenas de violencia que en general están bien resueltas, pero al final se inclina por desarrollar la historia de amor entre los protagonistas, un romance que a pesar del buen trabajo de los actores no logra emocionar en ningún momento.

Mentes poderosas es una película convencional y no termina de ser del todo entretenida. La trama avanza con torpeza y pretende contar mucho en poco tiempo. Para cuando llega el final, la intención de dejar abierta la posibilidad a una segunda parte es tan evidente que queda la sensación de que prendieron las luces en el cine antes del final de la película. Pero no.