Mensajero

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

De la oscuridad hacia la luz

"Creo que no hay argumento sin búsqueda formal y no hay búsqueda formal sin argumento", ha dicho en su momento Martín Solá, el director de este particular largometraje que se estrena en el Malba luego de su paso por la sección Cine del Futuro del Bafici, un espacio dedicado básicamente a la experimentación (en la edición de 2008 de ese festival había presentado también su ópera prima, Caja cerrada, dedicada al trabajo en un buque pesquero). Y es cierto que su cine refleja con solidez el equilibrio planteado en ese axioma. La película tiene como nudo la historia de Rodrigo, un joven que reparte mensajes de puerta por puerta en una pequeña comunidad de la Puna, en el norte argentino, y que decide migrar por un tiempo hacia una salina para enrolarse como trabajador temporario. Ese viaje es la excusa para que Solá documente con lirismo y originalidad la subyugante belleza de un paisaje sugerente, único. Mensajero puede observarse como un contundente poema visual, pero no cede ante la tentación del preciosismo. El minucioso trabajo del director permite construir también la narración de un pasaje: de una vida cotidiana rutinaria signada por la oscuridad hacia la luz cegadora de la salina, donde la exigencia del trabajo, de todos modos, no ahorra hostilidades.

Filmada enteramente en blanco y negro, Mensajero se beneficia con el notable trabajo de fotografía de Gustavo Schiaffino, que logra texturas francamente ensoñadoras y al mismo tiempo evita el riesgo de la postal. Solá aprovecha muy bien ese trabajo, combinándolo con un manejo de los tiempos que incentiva la imaginación del espectador, que puede acompañar el viaje del protagonista desde su propia perspectiva. Esa enorme libertad que otorga la película termina por potenciarla y ennoblecerla.