Mazinger Z Infinity

Crítica de Guillo Teg - El rincón del cinéfilo

Con tanto revival poblando las pantallas del cine y de la televisión es lógico que cada país tenga un momento para golpearse el pecho y decir acá estoy. En el caso de Japón, luego de los relanzamientos de “Caballeros del zodíaco” y “Dragon ball” en 2015, y “Pokemón” el año pasado, le tocó el turno al acaso más viejo de los mangas en términos de popularidad generacional. Mazinger Z fue creado en 1972 por el gran Gô Nagai, y si bien ha tenido otras versiones cinematográficas, al igual que ocurre con las otras franquicias, no tienen solución de continuidad. Al menos no con un eje argumental central que prepare al espectador para esperar la próxima entrega como sí ocurre con las franquicias norteamericanas.

Por las dudas, el guión de Gô Nagai y Takahiro Ozawa se ocupa de hacer una pequeña introducción para poner a todo el mundo en tema. “Mazinger Z: Infinity” comienza narrando los tiempos posteriores a la última guerra contra el mal. Es época de paz ahora y la energía fotónica (arma principal en pugna desde su descubrimiento) está en buenas manos. Pero los villanos de siempre, incluidos el Barón Ashura y el Conde Decapitado comandados por el Dr Infierno, tienen el poder de controlar al Mazinger Infinity, un robot diez veces más grande que nuestro héroe, con el objetivo de conquistar una dimensión paralela y borrar nuestro planeta de la faz de la tierra porque, sencillamente, “los humanos no merecen vivir aquí”.

Esto despertará a un aletargado Koji Kabuto, convertido a investigador científico y figura mediática, para volver a manejar el robot más grande del mundo en defensa de la humanidad, con ayuda de una especie de “médium” de inteligencia artificial y, por supuesto, los amigos de siempre y claro, su amor de toda la vida.

Teniendo en cuenta una historia que evidentemente se condice con las utilizadas desde siempre para éste personaje, es raro que haya largos tramos sin acción. Sí, sirven para construir el estado emocional de los personajes, pero casi cuarenta minutos sin ver al robot de marras suena demasiado extenso porque la característica fundamental de Mazinger Z ha sido siempre la aventura y la lucha cuerpo a cuerpo. Siguiendo con el guión, a pesar de la buena intención de los mensajes ecológicos, estos están forzosamente insertados en el mismo. Como quien grita algo de desde atrás de la multitud, es decir en lugar de decantarse por virtud del desarrollo del relato la moraleja es interpuesta como un panfletito quitándole por ende su valor intrínseco.

Para balancear estas situaciones, en el costado positivo están: los personajes que el fanático quiere ver (hasta Afrodita en forma de muñeca coleccionable), la mística del robot intacta, un conflicto amoroso entre el deber cumplir o elegir lo personal y, por supuesto, una vez que arranca definitivamente, hay acción para tirar para arriba.

Como en todos los ejemplos anteriores, “Mazinger Z: Infinity” está hecha para los fans de toda la vida y para captar la atención de las nuevas generaciones ávidas de conocer más a fondo la cultura pop de sus padres. Todos ellos seguramente no saldrán defraudados.