Mazinger Z Infinity

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Mazinger Z: Infinity surgió con la excusa de conmemorar los 45 años de la aparición del manga y el animé Mazinger Z y los 50 años del debut profesional de su creador, Go Nagai, que se cumplieron en 2017. El homenaje es total: la película no es ni más ni menos que un capítulo como aquellos que veíamos en televisión en los ‘80, pero más largo.

La historia ocurre diez años después de la batalla final de Koji Kabuto y Mazinger Z contra Dr. Hell. Con el robot convertido en pieza de museo, ahora Koji es un investigador científico que trabaja codo a codo con su novia, Sayaka Yumi (la ex piloto de Afrodita). La tarea de protección de la humanidad quedó a cargo del Gran Mazinger, piloteado por Tetsuya Tsurugi. Pero el Dr. Hell vuelve a la carga, toma como prisioneros a Tetsuya y su robot, y Koji Kabuto debe volver a intervenir para salvar al planeta.

Para qué negarlo: emociona volver a ver, y en pantalla grande, a pilares de la infancia como Koji, el hermafrodita Barón Ashler -gran villano-, el propio Mazinger Z, y demás personajes. Es un viaje en el tiempo oír otra vez palabras que creíamos olvidadas, como “pilder” o “scrander”, y esas órdenes que gritaba Koji: “¡Rayos fotónicos!”, “¡Puños afuera!”, etc. Pero una vez satisfecha la nostalgia, lo que queda es una historia incomprensible, una excusa demasiado rebuscada para llegar al objetivo básico: que los robots se peleen entre sí.

A favor de la película, hay que decir que es fiel, tanto en estética como en espíritu, a aquellos viejos capítulos de los años felices. La conclusión es que es probable que aquel amado animé fuera tan absurdo como esta película. Por las dudas, mejor quedarse con el recuerdo y no averiguarlo.