Mazinger Z Infinity

Crítica de Alexis Puig - Infobae

El regreso de un gigante

El robot, quien animó la infancia de legiones de niños durante los ochenta, regresa a la pantalla grande en un filme que combina nostalgia con nuevas técnicas animadas

Tras años de paz, la humanidad nuevamente está en peligro cuando el Dr. Infierno regresa e intenta apoderarse de un gigantesco robot que ha aparecido en el interior del Monte Fuji. Koji Kabuto debe salir de su retiro para subirse nuevamente a Mazinger Z e impedir el fin del mundo.

Valiéndose de una animación brillante, estilizada y moderna, el realizador Junji Zhimizu trae de regreso a todos los personajes que hicieron de esta serie un objeto de culto. Por supuesto, algunas cosas se han aggiornado: los personajes femeninos lucen sensuales y voluptuosos (en los ochenta no eran tan explícitos), los masculinos transpiran testosterona, y los robots parecen más gigantes y amenazantes que en aquel entonces.

Dr. Infierno está acompañado por dos secuaces inolvidables: el Conde Decapitado (con su analogía nazi a flor de piel) y el Barón Ashler (mitad hombre/mitad mujer). Juntos forman un verdadero "team" del mal que aún sigue funcionando y causando pavor.

Por el lado de los buenos, Koji mantiene una relación con Sayaka que presenta varios giros inesperados a lo largo de la trama. Lo que no ha cambiado es la hermandad entre el héroe y "el mecha" que lo hizo grande. Cuando Koji se sube a su planeador Pilder (un temprano antecedente al dron) y se une a Mazinger ambos son uno solo, un solo cuerpo, una sola mente que supera el tiempo y el espacio.

De fondo, entre el argumento básico de acción, aventuras y ciencia ficción, el libreto se reserva varios mensajes sobre la ecología y la necesidad de cuidar los recursos naturales, y también algunas pinceladas sobre la inteligencia artificial y el peligro de la energía nuclear.

Lamentablemente, algunas secuencias de mal gusto sobre la violencia de género pueden resultar un pésimo ejemplo para los espectadores más pequeños, una mancha oscura en un filme que en líneas generales resulta atractivo.

Mazinger saliendo del fondo de la pileta, lanzando puños, utilizando los rayos fotónicos, corriendo y saltando entre los pinos japoneses: imágenes, que como en un viaje en el tiempo, regresan a la pantalla y a las retinas vidriosas de espectadores que con más de cuarenta años se sentirán niños al menos durante 95 minutos de proyección.