Mátalos suavemente

Crítica de Santiago Balestra - Alta Peli

Una crónica policial con un subtexto bien elegido pero mal utilizado.

Cuando Slash Film anuncio el rodaje de una película llamada Killing Them Softly cuya primera foto es de Brad Pitt, de negro, campera de cuero y una temible escopeta me llamó la atención. Cuando me enteré de que la trama lo tenía en el papel de un sicario convocado por la mafia para hacer un ajuste de cuentas, (entiéndase “hacerse cargo” de alguien), me atrajo aún más. Pero ¿Por qué a pesar de lo atractivo que era este policial tenía el presentimiento de que algo no andaba bien? Ese presentimiento se debe al hecho de que su realizador fuera Andrew Dominik, cuya última película, El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford, aunque visualmente espectacular, era narrativamente soporífera y carente de ritmo; una consecuencia directa de lo que creo es una inconsciencia de las diferencias que existen entre el lenguaje literario y el cinematográfico. En su más reciente opus no solo comete el mismo error, sino que quiere insertar un subtexto sobre la crisis económica que más que sumar resta.

¿Cómo está en el papel?

La película es una crónica policial hecha y derecha. Cuando la narración está inscripta dentro de este formato, por más arraigado que este en la ficción, hay muy poco espacio para el subtexto y si lo hay se debe tener cuidado de cómo se lo mete. Lo que esta película pretende contar a través de su subtexto es que la mafia es un negocio como cualquier otro en los Estados Unidos, y la crisis económica les afecta a ellos como a cualquiera.

Infortunadamente la película profundiza demasiado en conversaciones que no tienen peso dramático y tienen más sentido en una novela, y un personaje, el de James Gandolfini, cuya presencia y divagues ponen verdaderamente a prueba la paciencia del espectador haciéndole llegar a la conclusión que su personaje está completamente de más.

Cuando hablo de un subtexto mal utilizado quiero decir que el mismo no es aprovechado y hasta incluso esta de adorno. Dominik decía que él quería aggiornar el espacio y el tiempo de la historia de los turbulentos años 70 —con Vietnam y Watergate a la cabeza— en los que transcurría la novela original a la Crisis Económica que durante los últimos años sacudió a Estados Unidos con Bush primero y con Obama después. Este es un prospecto interesante ya que cada película es producto de su lugar y de su tiempo y cuando una novela está bien escrita sus premisas pueden ser universales y atemporales. Pero el problema con el subtexto en esta película es que este no es funcional a la trama. Hay conversaciones divagantes y escenas de muerte filmadas de una manera totalmente romantizada, y su idea de usar el subtexto para subrayar dichas escenas es hacer que convenientemente haya un televisor en la escena —o un Voice-Over— donde hablan Bush o Obama, que sin importar lo que digan, uno no encuentra la relación entre el discurso de ellos y lo que acaba de pasar en pantalla. Recién en el final, hay una discusión entre Brad Pitt y Richard Jenkins que más o menos deja en claro cuál era la intención a nivel tema de la película; si la hubieran puesto en el principio en vez del final otra hubiera sido la historia; aunque no haría más que sencillamente dificultar el chato tratamiento temático que eventualmente resulto ser.

La película se hubiera ahorrado muchísimos problemas si simplemente se hubiera limitado a narrar el ajuste de cuentas mafioso, no darle tanto diálogo y desarrollo a un personaje que al final no tiene funcionalidad en el objetivo principal, y omitir el subtexto de la crisis económica si no lo saben usar. Temas no les iban a faltar. El personaje de Brad Pitt se define como un sicario que le gusta matar de lejos; sólo con eso se podían haber armado un desarrollo temático de aquellos, pero no.

¿Cómo está en la pantalla?

La fotografía y cámara de la película son excelentes. El dominio estético de Dominik no está en discusión de ningún modo, manera o forma; es más: es la contracara de su labor guionística. Los ambientes que crea y su manera de mover la cámara son verdaderamente exquisitos, lástima que están al servicio de un guión que se complica las cosas al divino botón. El punto álgido es una escena donde el sicario a cargo de Brad Pitt comete el primer asesinato de la película; filmado a cámara lenta (con cámaras de alta, alta, altísima velocidad) de tal modo que vos ves con lujo de detalle cómo se expulsa el casquillo de la recamara del arma y como la corredera mete la siguiente munición. Es uno de esos directores con los que llegás a la conclusión de que producirían mejores trabajos con un guion ajeno o si persiste en tipear sus historias, deseas que se consiga un co-guionista.

A nivel actuación, Brad Pitt está muy bien como el sicario protagonista arrojando perlas memorables de diálogo que son, sin discusión, lo mejor de la peli. James Gandolfini, a pesar de que nadie debate el excelente talento actoral que despliega, por desgracia es maldito acá con un rol que, aunque encarado con mucho profesionalismo, no es funcional en absoluto a la trama.

Conclusión

Una sencilla historia con un personaje exquisito, echados a perder por la desubicación entre cine y literatura y un subtexto con potencial pero que está demasiado metido con calzador. El carisma de Brad Pitt hace que las extensas y divagantes conversaciones sean un poco más llevaderas, pero no lo suficiente como para salvar a esta película de la zozobra.