El artista inevitable Masoch, el camino del perro (2017) cuenta la vida y obra de multifacético artista Carlos Masoch. Surgido de la movida under de la década del ochenta, este personaje tan extravagante como atractivo, es recordado por su trabajo en Radio Bangkok como el Reverendo Douglas Vinci, entre otra infinidad de producciones artistas, en la que se destaca su incasable labor como pintor. El documental de Pablo Doudchitzky busca homenajear a Masoch, amigo de añares a quien “admira como artista además de tenerle un profundo afecto”. En este trabajo vemos la obra plástica del Masoch, como también infinidad de material de archivo grabado en un precario VHS. La movida del rock, cemento como catedral de entonces, los músicos y personajes que emergían de aquellos suburbios, se reflejan en su obra pero sobre todo en su particular personalidad. “Su capacidad de pintar lo supera, está en su naturaleza” comenta Doudchitzky en una entrevista a este medio, y no está desacertado. Se lo ve relatar al artista de Chacarita su propio documental desde anécdotas de su infancia, sus momentos de inspiración y su modo de ver el mundo. Entre el humor y la bohemia deambula este relato. Masoch, el camino del perro trata de abordar la capacidad creadora de Carlos Rogelio Mazzochi, alias Carlos Masoch, alias Douglas Vinci, también creador de tapas de discos y logos de bandas. Pero también, este proyecto busca acercarse al dolor y la melancolía de su obra en un introspectivo viaje a la selva misionera, paisaje posible detrás de sus pinturas. En esa búsqueda en un estético retrato aparece el autor detrás de la obra; un camino fragmentado, desprolijo y emotivo en el que Masoch se encuentra con él mismo.
Masoch: El camino del Perro, un personaje, dos pasiones inclaudicables Carlos Masoch es un compulsivo artista plástico con más prestigio que éxito económico. Douglas Vinci es un mito de los medios a partir del personaje del "Reverendo" que formó parte a fines de la década de 1980 de Radio Bangkok, aquel influyente programa de la Rock & Pop. Masoch y Vinci son dos caras de la misma persona, que a su vez es protagonista de este documental de Pablo Doudchitzky que recorre su actualidad en la plástica y su pasado como animador (se lo ve en ciclos de TV, en el mundillo del rock y hasta de visita en la Casa Rosada). La radio y la pintura fueron sus obsesiones desde niño y, con la frase "no claudico, es mi camino" como emblema de vida, pudo cumplir ambos sueños.
Un documental de Pablo Doudchitzky sobre un hombre singular y talentoso. Hablamos de Carlos Rogelio Mazzochi, que es el artista plástico Masoch que pinta compulsivamente desde chico y que parece seguir la frase elegida por el director que pertenece a Vincet Van Gogh de donde sale el título de la película “Elegí el camino del perro, elegí ser pobre, elegí ser pintor”. Pero también él es Douglas Vinci que durante muchos años, junto a Lalo Mir y Bobby Flores hacían Radio Bangkok. Y como hombre de la movida del rock ha diseñado logos de bandas y radios, tapas de discos y revistas. Un artista que muestra su mundo creativo, su compulsión al trabajo, los preparativos de una muestra, su vida cotidiana, sus reflexiones frente a una realidad dura pero con un destino que ya nada puede cambiar. Su obra se despliega con generosidad, su filosofía de vida también.
El árbol detrás del bosque A muchos lectores el nombre de Carlos Masoch les resultará tan ajeno como el de el Reverendo Douglas Vinci. Sin embargo, hay algo que los une a estas dos personalidades: El arte. Arte con mayúsculas que solamente ejercen los artistas y esa palabra tan bastardeada, tan barata en el mundo de la cultura no hace otra cosa que confirmar que en los tiempos modernos, de gratificaciones virtuales y mediatas los verdaderos artistas son una especie en peligro de extinción. La culpa de no es de ellos principalmente ni tampoco se reduce a una búsqueda de factores siempre ligados a nuestra realidad, a la devaluación del trabajo del artista antes de ver su obra consumada. Como si detrás de ese resultado que se plasma esporádicamente en muchos casos estuviera todo y en el bosque de la creatividad la existencia de tantos árboles no permitiera distinguir aquellos que verdaderamente aportan belleza al paisaje cuando la mirada busca ir más lejos. Ir más lejos tal vez es uno de los horizontes que todo multifacético artista se impone mientras vive y para vivir del arte que no es lo mismo que vivir para el arte se encuentra el quid de la cuestión. Carlos Masoch en el presente abandonó a Douglas Vinci hace mucho tiempo pero no reniega cuando desde este documental a un amigo y a un artista se lo confronta con su juventud radial junto a Lalo Mir en uno de los programas más emblemáticos y simbólicos de la vieja y querida radio Rock’n’Pop. Otros locos de la azotea que llevaban al extremo su vida para hacer programas de radio, un grupo de Rock llamado A mamá le dieron dos años mientras vivían y tal vez dudaban de despertar de ese sueño de la desmesura sin filtro y de la creación sin red. Eso es lo primero que se percibe en el Carlos Masoch pintor, en la pérdida de la visión por la entrega a su arte, prolífico, con una mitología propia que siempre emerge de la propia inconciencia, de jugar con el loco que habita en lo más profundo de su misticismo pero también de la renuncia a lo epicúreo, como ese filósofo Diógenes acompañado del perro. En este caso la cámara de Pablo Doudchitzky acompaña en el viaje hacia atrás mientras el material de archivo del vhs le gana su batalla al tiempo para encontrarnos con perlitas y personalidades que a lo largo del metraje entablan diálogos interesantes con el artista. Pero además de observarlo en su intimidad, con un absoluto despojo de todo pudor por mostrarse a veces enchastrado y otras desaliñado, el espectador termina encontrando un prisma sobre la misma figura. Lejos de hacer foco en una u otra faceta, el derrotero por las calles del pintor y su obra para ser exhibido en una galería marca el camino desde el arte. Sin embargo, otro aspecto de este retrato, otros colores de un paisaje interior se reflejan en la selva misionera donde Carlos Masoch entabla otro tipo de viaje hacia sus propios límites, miedos y en definitiva ese cuadro que aún no se pintó.
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