Maravilla, la película

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Suena trillado, pero es lógico emocionarse con la historia de un hombre que se construyó a sí mismo, luego de superar decenas de adversidades, decepciones y malos tragos. La historia de Sergio "Maravilla" Martínez tiene todos los condimentos de una atrapante épica individual, a la manera de la inolvidable Rocky que Sylvester Stallone protagonizó en 1976. Aquí no hay prestamistas de Filadelfia ni aparece Apollo Creed, pero sí asoma un cuento con final feliz lleno de sacrificios, voluntad de hierro y agallas. Después de muchos años de batallas, de una derrota dolorosa contra El Tornado de Tijuana, Félix Margarito; una seria lesión en la mano izquierda, y una reinvención iniciada con la decisión de instalarse en España luego del brutal estallido social de 2001 en la Argentina, Martínez se convirtió, a base de talento y esfuerzo, en uno de los mejores boxeadores del mundo, una historia a esta altura bastante conocida.

En este film armado con testimonios de familiares, periodistas, boxeadores, empresarios y dirigentes de primer nivel y las extraordinarias imágenes que Juan Pablo Cadaveira seleccionó del crudo que le cedió HBO con lo que filmaron sus ocho cámaras durante el inolvidable combate con el mexicano Julio César Chávez Jr., un auténtico match de película con 40 puntos de rating, Martínez destila carisma y se revela como un gran estratego dentro y fuera del ring.

El quilmeño es único porque a su técnica impecable en el cuadrilátero sumó inteligencia para lidiar con los tiburones del negocio del boxeo, cuyo funcionamiento la película sintetiza con gran agudeza. Es un deportista de elite y un self made man que no dudó en bailar en el programa de Tinelli o hacer un número de stand up cuando entendió que eso podía ayudarlo a consolidarse como una celebridad atractiva para los reyes del pay per view. El film de Cadaveira lo retrata con solidez en esa doble faceta y arma en torno a su duelo con Chávez una rivalidad propia de los films de superhéroes y villanos, muy similar a la que el británico Asif Kapadia pergeñó entre Ayrton Senna y Alain Prost para su fabuloso documental dedicado al piloto brasileño fallecido en 1994.