Maravilla, la película

Crítica de Alba Ermida Area - El rincón del cinéfilo

Que te roben un bien material es un agravio que produce rabia y a veces moviliza a la venganza. Que te roben la dignidad es un paradógico motor que te hace luchar por recuperarla. De esa lucha, que Sergio Martínez pelea fuera y dentro del cuadrilátero, habla Maravilla.

Este documental de producción argentina retrata la persecución casi obsesiva (sin connotación negativa, pues, precisamente por obsesiva, fructífera y heroica) del boxeador Sergio Martínez, apodado “Maravilla”. Tras conseguir el cinturón, galardón del título mundial de peso mediano del CMB, los medios de difusión del boxeo en Estados Unidos comienzan a invisibilizarlo a la par que publicitan a Julio Chávez Jr. como el gran y verdadero campeón. “Maravilla” Martínez se niega a resignarse a tal trato e inicia su entrenamiento físico y mental para lograr un combate con el hijo del mito mejicano del boxeo.

El dominio técnico de la realización es sobresaliente, sobre todo el montaje. Un buen ejercicio de ritmo que emula el tiempo ágil del deporte que retrata. Y también las imágenes de archivo, que otro director no introduciría por la baja calidad (sobre todo en comparación con la extraordinaria definición de la imagen contemporánea) y que sin embargo Juan Pablo Cadaveira se atreve a incluír, proporcionándole al documental un eco poético de nostalgia y superación. De los pocos momentos donde el montaje pierde ritmo sería precisamente el clímax: el esperado y anunciado combate entre los dos rivales. Se hace largo, martirizante, recargado de efectos que buscan la emoción e innecesario.

Harina de otro costal es la narración. Si bien el relato se sostiene e incluso crea intriga, y tiene mérito porque ya desde un principio el final se adivina (¿si no, por qué un documental sobre el púgil quilmeño?), el tono es por momentos maniqueo. El mártir argentino del boxeo actual sufre ofensas y desprecios de su contrincante, el usurpador del cinturón, y por tanto de la dignidad y honra del protagonista. Así como la trayectoria de Sergio, los baches que hubo de superar, la soledad y sacrificios a los que se enfrentó no están retratados con demasiado sensacionalismo ni sensiblería, en las escenas de enfrentamiento entre el malo de la película, el mejicano Julio Chávez Jr., y el protagonista, héroe idealizado, se palpa una parcialidad que perjudica la historia. Pues se convierte ésta en el común relato que respira idolatría, pudiendo haber sido la presentación -no necesariamente imparcial- de una lucha por la dignidad y el reconocimiento de un hombre que lucha por su derecho.