Maracaibo

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Un padre en su laberinto
Están bien retratada, y actuada, la dinámica de una familia.

Un matrimonio de profesionales, de clase media acomodada, con un hijo único. Llevan una vida aparentemente perfecta, alimentada día a día por buenas noticias: los tres se quieren, él acaba de ser ascendido, el joven está por estrenar un corto de animación. Y, de repente, el bienestar estalla en mil pedazos: ¿cómo se sigue adelante después de una tragedia?

Después de leer la sinopsis, puede pensarse a Maracaibo como un drama sobre el duelo ante una de las peores pérdidas que puede sufrir un ser humano. Y, en parte, lo es. Pero en realidad el tema principal del tercer largometraje como director de Miguel Angel Rocca (Arizona sur, La mala verdad) es el vínculo padre-hijo. Con acento en todo lo que un hijo es capaz de hacer con tal de conformar las expectativas del padre, y hasta qué punto es importante para un hijo contar con la aprobación del padre. O, dicho de otro modo, en cómo la mirada paterna puede llegar a determinar –para bien o para mal- la vida de un hijo.

Lo más interesante de la película es la construcción de esa familia. Jorge Marrale y Mercedes Morán aportan su conocido oficio para representar una pareja creíble, y la dinámica cotidiana de ellos dos junto a su hijo (Matías Mayer) está lograda: tanto el cariño y la armonía que hay en la superficie, como la turbulencia que subyace debajo de la fachada de normalidad. También hay una muestra de sensibilidad en el retrato de las grietas y las resquebrajaduras que surgen en el núcleo familiar después de un cimbronazo irreparable.

No funciona tan bien, en cambio, la subtrama policial. Aquí se establecen, desde el vamos, relaciones forzadas entre los personajes. Con esa dificultad de origen, todo lo que viene después –desde los diálogos hasta una pelea a trompadas que bordea el ridículo- es artificial, al punto de que parecemos estar viendo dos películas distintas. Una funciona casi como contrapeso de la otra, disipando -en gran medida, pero, por suerte, no del todo- la densidad dramática que se había conseguido crear.