Maldito seas Waterfall!

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

El sueño de la renta propia

El personaje del filme de Alejandro Chomski cumple con la idea de muchos: vivir de rentas y sin obligaciones.

El sueño de tantos: tener casa propia, una renta modesta y no estar sometido a las garras del trabajo o las obligaciones. Todos fantaseamos alguna vez con no hacer nada, pero ¿cuántos son capaces de cumplir esa utopía, aun contando con los medios económicos?

Roque Waterfall (Martín Piroyansky) lo realiza al extremo: sus únicas actividades consisten en mirar viejos triunfos de Atlanta, su equipo, en VHS; leer el diario en el bar del barrio; tomar sol y charlar con los linyeras amigos. Anclado en los ‘80, usa videocasetera, nunca se saca su camiseta retro auriazul ni su piloto raído, anda en una vieja rural, no tiene celular ni usa redes sociales. Un cineasta alemán (Rafael Spregelburd) lo aprecia como un raro ejemplar de hombre libre dentro de la sociedad del consumo y el deber ser, y lo convierte en sujeto de su nuevo documental.

Extraña cruza de Isidoro Cañones con uno de los apáticos protagonistas del (viejo) nuevo cine argentino, lo bueno de un personaje como Waterfall es que es fácil identificarse con él. Pero la película -basada en la novela homónima de Jorge Parrondo- no funciona tanto como comedia, por más que esté cargada de diálogos ingeniosos, sino más bien como una reflexión sobre la vida contemporánea. Con una conclusión a lo Pavese: trabajar cansa.