Madres perfectas

Crítica de Martín Chiavarino - A Sala Llena

La mirada del mar.

Las miradas y los cuerpos nos devuelven una imagen sobre nosotros que se mezcla con otras miradas para construir una identidad. Esta es la base de la construcción de la personalidad: miramos y somos vistos, nos agradamos y desagradamos en un sentido fenomenológico.

Madres Perfectas, el último film de Anne Fontaine, es la adaptación cinematográfica de la novela Las Abuelas (The Grandmothers), de Doris Lessing, la fallecida novelista británica que recibió el Premio Nobel en el 2007 por su compromiso literario con la causa anticolonialista y el feminismo. La novela relata la vida de dos amigas íntimas en Gran Bretaña y la relación que se establece entre sus familias, y confronta las convenciones sociales y los tabúes gregarios de nuestra sociedad creando pasiones al borde de lo tolerable. El film traslada la historia de Inglaterra a Australia.

Roz (Robin Wright) y Lil (Naomi Watts) son dos grandes amigas que desde muy pequeñas han compartido todo. En las costas de una pequeña ciudad australiana viven rodeadas de una playa en un ambiente paradisíaco con sus familias. Mientras que Lil ha perdido a su marido en un accidente automovilístico, Ros vive con su marido en una casa a corta distancia. Entre los tres han criado a los hijos de ambas parejas, Ian y Tom, dos jóvenes atletas que han crecido surfeando y jugando entre la arena y el mar de las cristalinas playas. Ambas familias parecen una sola y todo parece ser perfecto en sus vidas pero lo prohibido llama a la puerta y los jóvenes comienzan una relación amorosa con la madre del otro, creando una situación que lleva a las parejas a encerrarse en una complicidad que roza el incesto.

Las relaciones entre los cuatro se convierten en un secreto marginal que deben ocultar y todo se complica cuando Tom va a visitar a su padre a Sídney e inicia una relación con una actriz. De repente el paraíso comienza a volverse asfixiante y la felicidad de la alcoba solo es posible pagando el precio del aislamiento. La ruptura de todas las convenciones sociales de estas dos amigas y de sus hijos se convierte en una condena que pende sobre las cabezas de los protagonistas y el amor se desmorona cuando los jóvenes entran a su vida adulta y las mujeres toman distancia de la situación.

Fontaine busca transmitir la atmósfera concupiscente de la novela en el film con largas escenas gestuales, conversaciones lascivas y situaciones que van en busca del amor prohibido. Con grandes actuaciones de Watts y Wright, y una excelente fotografía a cargo de Christophe Beaucarne (Mr. Nobody, 2009, Irina Palm, 2007), que busca un desborde de la naturaleza que sirva de contexto para el inusual intercambio sexual materno, Madres Perfectas intenta indagar en los límites del amor para encontrar su esencia. Con un exceso de prudencia y mesura, la propuesta es un ensayo de confrontación de la sexualidad, el amor y la necesidad de protección de un secreto insoportable que se dirige irremediablemente hacia la tragedia. El deseo es inconmensurable y todo lo que envuelve termina en pedazos.