Madame

Crítica de Paula Vazquez Prieto - La Nación

Las comedias francesas siempre implican un territorio incierto, casi una encrucijada entre ciertos aires de superioridad y sobreactuado ingenio, en algunos casos, y la medianía de situaciones predecibles y convencionales, en otros. Amanda Sthers, novelista, autora del guion y directora, ha conseguido salir airosa con Madame gracias al extraordinario carisma de Toni Colette y a cierto desparpajo algo grotesco de Rossy De Palma. Es en esa dinámica de presencias contradictorias y dispares que se delinean los momentos más logrados, mientras que el encorsetamiento del guion y la subrayada elocuencia de algunos diálogos amenazan con desarmarla.

Casi como en un juego de deconstrucción de la historia de Cenicienta, la rica y superficial dueña de casa y su ingenua y bonachona mucama disputan clase y dignidad en un territorio hogareño convertido en escenario del mundo. Lo que sucede es que la misma Sthers no confía demasiado en el artificio que ha elaborado, de mansiones geométricas y planos calculados, y termina agregando infidelidades obvias, personajes intrascendentes y diversas mezquindades para darle a la historia una evidencia que no era necesaria.

Mientras De Palma por momentos sustituye la incorrección almodovariana por una caricatura de la opresión, es Colette quien más se divierte, haciendo de su villana de salón parisino y estética chic el mejor guiño de la película.