Luna Nueva

Crítica de Juan Pablo Mangieri - ¡Esto es un bingo!

Mixtura, ¿para bien o para mal?

“And so the lion fell in love with the lamb…”, he murmured. I looked away, hiding my eyes as I thrilled to the word.

“What a stupid lamb”, I sighed.

“What a sick, masochistic lion.” He started into the shadowy forest for a long moment, and I wondered where his thoughts had taken him.

No hay otra frase que pueda recorrer en su totalidad la historia, el relato literario y fílmico de la saga Crepúsculo. “Qué león enfermo y masoquista” es una frase que quedó grabada en mi cabeza para replantear momentos en que uno actúa sin pensar y el instinto animal es lo único que queda. Esto fue en la primera película. Lo que terminó generando y abriendo un fenómeno que a veces cuesta descifrar pero que nos terminamos dando cuenta que las cosas son como son porque las hacemos como son. Vivimos en una época de crisis (frase repetida y estereotipada) y eso justifica a muchos para presentar sus teorías. Así que hoy quiero enfocarme primero en la película en sí, explicando su trama, argumento, transposición literaria, y comparándola con su antecesora. Y después me interesa indagar un poco en esta especie de “fenómeno social” que produce esta saga.

I

Advertencia: se revelan detalles del argumento y la trama.

No se puede negar, a simple vista, que Chris Wietz aprendió luego del fracaso de La brújula dorada y pudo adaptar Luna nueva a la pantalla grande agarrándose, obviamente, del éxito de Crepúsculo, dirigida por Catherine Hardwicke (A los trece). Por lo tanto, la pregunta es: ¿qué podía fallar? La respuesta sería: muchas cosas para un espectador curioso y nada para un espectador cegado por la figura supuestamente estelar de Edward Cullen (que aparece veinte minutos en la duración total del film –2hs 10min) y el protagonismo muscular del mismísimo Jacob Black (preparado físicamente para esta segunda presentación).

Comentemos un poco la historia para los que no están ubicados en ella: Bella es una chica solitaria que decide mudarse con su padre, quien vive en Fork (Washington), ya que su madre debe viajar con su actual pareja, un entrenador de beisbol, por todo el país. En este pueblo nublado y lluvioso conoce a nuestro famoso Edward (Robert Pattinson –ex Cedric de Harry Potter) y se enamora perdidamente. ¿Qué es lo que nos gusta de esto? En principio, que Cullen es un vampiro paliducho y de ojos dorado que amará a Bella (a pesar de querer comérsela) pero que no querrá transformarla en el monstruo que es él. Entonces en esta entrega veremos los mismos obstáculos que en la anterior, pero esta vez se suman el amor de Jacob, que no durará para siempre (lamento informar), y el descubrimiento de una nueva familia vampírica no vegetariana, los Volturi, uno de cuyos jefes es nuestro ex-lycan revolucionario de Underworld. Sin embargo, todos estos puntos serán pasados más que por alto en esta adaptación ya que el director, al contrario que Catherine Hardwicke, se centra en los momentos claves del libro pero resaltando desmesuradamente su dimensión sentimental y sin poder alcanzar el efecto de sentido que el relato en su totalidad debería producir.

En Luna nueva hay tres cosas que la perjudican desde el comienzo hasta el final: la primera, los excesivos travellings al cielo al término de cada secuencia y, a veces, repetidamente dentro de una misma secuencia. La segunda, y algo que es esencial en esta segunda parte de la saga, es la música. La musicalización del film es abusiva, depravada, y humilla cada secuencia donde es ubicada. Es decir, si escuchamos por un lado el soundtrack y por el otro vemos la película le encontraríamos más sentido a ambos que el que producen estando juntos. El director al parecer habría encontrado un enamoramiento con la mezcla del tecno, rock funk, country, y podríamos seguir nombrando estilos. En comparación con su antecesora en la que la música, en su mayor parte, provenía del interior de la diégesis y muy pocas veces era usada como telón de fondo para reforzar miradas (ver más adelante), momentos de tensión o la conjunción de Bella y Edward, ya que ambos son una composición musical tanto dentro de la novela como del film. Además, hay algo que falta dentro de la banda sonora: “Lullaby” (canción de cuna), la canción que compone el personaje de Pattinson a Bella y que ella en su angustiante soledad es una de las cosas que más extraña ya que esa canción es Edward. En Luna nueva la sobreutilización de música saca al espectador del ambiente, de la situación presentada en la pantalla. Por ejemplo, cuando Bella es abandonada por Cullen el transcurso de los meses, que en el libro son páginas vacías, y donde a partir de la imagen y el sonido uno tendría que compartir la angustía y el sufrimiento en que se encuentra Bella, la utilización de la cámara en conjunto con la música da náuseas.

Por último, dentro de estos tres punto que no favorecen a la película y retomando un poco lo que decía Marina sobre las miradas en Los amantes, las miradas son lo que faltan en Luna nueva, y más teniendo en cuenta que su antecesora produjo lo que produjo justamente por las miradas. La directora de Crepúsculo, aunque se le haya criticado su adaptación de la literatura al cine, logró extraer la esencia del texto y llevarla a la pantalla a través de las miradas y los diálogos. Los personajes cinematográficos dicen las mismas palabras que los personajes de Stephanie Meyer. Y las miradas entran junto con los diálogos, dejando interiorizarnos con esos personajes que comienzan a vivir un amor prohibido. Sin esos planos-detalle en los ojos de Bella y Edward nos perderíamos en un abismo.

Todo esto nos hace preguntarnos quién es realmente el director que filmó Un gran chico porque últimamente está perdido “in a galaxy far far away”. La transposición de una novela al cine no consiste en dejar las cosas como son y agregarles imágenes y sonido sino que debería ser la transformación de ese texto anterior para generar algo nuevo, es decir, deberíamos ver algo que alimente nuestro mundo imaginario pero que transmita un mensaje cerrado. La brújula dorada sufrió la falta de la crítica interiorizada en su hipotexto sobre la relación de la religión y el gobierno. Hoy Luna nueva pierde su sentido entre los travellings, la música y “los chicos lindos”.

II

Muchas personas están cansadas de ver, en menos de un año, tanto de lo mismo. La palabra “vampiro” ya no encuentra el mismo significado simbólico que tenía años atrás. La abundancia de los mismos tanto en la pantalla chica como en la grande es atroz, podríamos decir, pero vale la pena preguntarnos por qué. En el 2009 presenciamos Crepúsculo, Inframundo –la rebelión de los lycan, Let the right one in (Criaturas de la noche), la segunda temporada de True Blood en HBO, hace un mes, el comienzo en la Warner de The vampire diaries, y la semana pasada el estreno de Luna nueva, y podemos seguir contando. Todas estas series y películas, atravesadas con miles de géneros, de temas, de críticas sociales, entre otras cosas, representan lo que intriga al ser humano y que él mismo convierte en fenómeno. Pero este fenómeno se produce en dos direcciones: la primera, y la más obvia, es la vía económica. La segunda tiene que ver con el distanciamiento de los miedos, las figuraciones, la innovación y el período de tiempo.

Empecemos de atrás para adelante. Los miedos nacieron con el hombre y morirán con él pero lo interesante es cómo vivimos con esos miedos el día a día. El vampiro es uno de los monstruos que se vienen reivindicando desde el siglo XIX y antes también. Es ese ser hermoso, cortés, fuerte, con aire a protección, hipnótico, provocativo, sexual. Es la fantasía de cada persona viva pero una fantasía que se puede convertir en terror, en sangre, y la cuestión es cómo lidiar con esa sed de sangre.

El hombre trata de perder los miedos naturalizándolos. Esta naturalización es uno de los componentes elementales de nuestra época. Los vampiros viven entre nosotros, caminan a nuestro alrededor, van a la escuela con nosotros, se enamoran, sienten dolor, poseen alma, lloran, se divierten, se enojan, estudian, aprenden, lidian con su vida como cualquiera podría lidiar con la suya, entonces, ¿cuáles son las diferencias con nosotros, aparte de que pueden leer la mente, volar, ser veloces, etc. Porque en realidad todas esas cualidades y la incorporación de las virtudes y valores humanos es lo que nos atrae a ellos. ¿Y cómo implementar esta naturalización sino es con el grupo de adolescentes del momento que se encuentra en su etapa de cambio hormonal, de tomas de desiciones, de orientación, de la aparición de responsabilidades cada vez más duras, de acercarse a la realidad a través de una fantasía? Lo que vemos en la pantalla grande es cada vez, y para nosotros, más cercano a nuestra verdad, a nuestro verosímil. Además, la novela le agrega (cosa que toma el film) el deseo sexual o, para decirlo burdamente, la “calentura” adolescente que se encuentra en cada palabra que uno va leyendo y que lo desespera.

Para ir terminando, la primera vía, la económica, va por el lado de la sinergia del cine, lo que el marketing plantea como “la presencia de dos elementos unidos que pueden crear un valor superior al de la mera suma de los resultados de ambos por separado”. Es decir que dentro de la etapa de producción, y luego en la distribución, se piensa la mejor manera de atrapar de una manera centrífuga a la gente, sin dejarla reaccionar y ganando mayor cantidad de capital. Estos estrategias se centran en acciones como sacar a la venta el soundtrack antes o después del estreno de la película (pero dentro de los seis meses), el merchandising, los videosjuegos, y tienen como consecuencia en este caso que suban las ventas del libro en el cual se basó la película y, al ser una saga, también las de sus sucesores.

Dentro de esta sinergia, el fenómeno fue de tal magnitud por producir efectos a corto plazo, efectos que actúan funcionalmente en estos rangos: los libros se empezaron a emitir en el 2005, la primer película salió en enero del 2009 junto con el soundtrack y la revista, y en menos de un mes ya existían los muñecos de Bella y Edward. En septiembre ya estaba a la venta el soundtrack de la segunda película, tres meses antes ya estaba la primera en DVD, y hace cuatro día se vivió el estreno mundial con salas agotados en todo Buenos Aires.