Los Vengadores 2: Era de Ultron

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

“Para qué arreglarlo, si no está roto”. Traducido sería: para que cambiar una fórmula que funciona a las mil maravillas. Ese es el regustito que deja en la boca “Avengers: Era de Ultrón” (Avengers: Age of Ultron, 2015), una nueva entrega de esta mega franquicia marveliana que comparte universo y que cosecha éxito tras éxito desde el año 2008.
A no malinterpretar, esto no es algo malo, pero tampoco es lo mejor del mundo. La idea es entretener a un público masivo y de todas las edades, y recaudar billones en el proceso. En ese aspecto, el suceso del dream team comiquero está asegurado, tras un poco más de dos horas de acción sin respiro y un repertorio de humoradas que se conjugan a la perfección. ¿O no tanto?
Las dos películas del UCM (Universo Cinemático de Marvel) que se estrenaron durante el 2014 parecían querer expandir las fronteras creativas y estéticas gracias a la visión de sus directores: “Capitán América y el Soldado del Invierno” (Captain America: The Winter Soldier) de los hermanos Russo y “Guardianes de la Galaxia” (Guardians of the Galaxy) de James Gunn, triunfaron (en parte) gracias a que desbordaron el molde y trataron de impregnarle a los superhéroes un estilo más personal. Esta estrategia parece estar bien para las películas en solitario y las nuevas propuestas, pero cuando se trata de la niña linda del baile, Joss Whedon saca el manual del bolsillo y lo sigue al pie de la letra.
No hay cambio, no hay revolución, estamos ante “Los Avengers Recargados”, un formato repetido que no intenta/no quiere/no puede (ustedes elijan) aportar nada nuevo a un subgénero cinematográfico que está en lo más alto de la ola. Whedon parece obligado a llevar adelante esta instancia, todo lo que le divertía en la primera entrega, ahora resulta desgastarlo. Pero, una vez más, esto no es algo malo porque, en definitiva, funciona.
Si algo demostró el papá de Buffy es que los superhéroes de Marvel son, ante todo, divertidos, patea traseros, nerdos y tipos muy capaces a la hora de arreglar los quilombos que ellos mismos comenzaron. Por ahí viene la mano de “Avengers: Era de Ultrón”, una trama que no se puede describir demasiado sin spoilear el resto, pero que básicamente se centra en un “experimento” fallido. Acá, el hombre (o sea, Tony Stark) juega a ser Dios y, obviamente, el tiro le sale por la culata.
La idea es crear un programa “pacifista” que, a la larga, pueda contener todos los quilombos para que los vengadores puedan retirarse y disfrutar de su jubilación. Pero una extraña combinación de factores dan vida a un villano imparable cuyas ideas van para el otro lado. Ojo, Ultrón no quiere destruir el mundo, quiere mejorarlo, con todo lo que ello implica. Los muchachos (y muchacha) están listos para dar pelea y, mientras tanto también deben lidiar con los “mejorados” de Hydra.
La malvada organización sigue haciendo de las suyas en algún ficticio país de Europa Oriental, su nueva arma secreta son los gemelos Wanda y Pietro Maximoff (Elizabeth Olsen y Aaron Taylor-Johnson), dos huerfanitos con poderes que sólo quieren venganza. Léase “mejorados” y no “mutantes”, para que no haya confusión con el otro Pietro de los Hombres X.
Desde el minuto cero, la película de Whedon es un cúmulo de acción sin respiro, frases cancheras y los típicos chistecitos de turno. La suma de Ultrón ¿pretende introducir? ciertas cuestiones éticas, filosóficas y hasta religiosas, que se quedan por el camino bajo un montón de explosiones, tiros y patadas. Marvel tiene un villano a la altura, pero lo desaprovecha hasta cierto punto, así como al genial James Spader que le pone la voz a este “ser” inteligente.
No caben dudas de que “Era de Ultrón” pertenece a este universo. El director y guionista se encarga de recordárnoslo a cada momento al agregar (o nombrar) a cuanto personaje se paseó por la franquicia hasta ahora. Algunos están ahí de forma totalmente anecdótica, otros, que habían quedado en un segundo plano en la primera entrega (¡Hola Clint Barton!) tienen su momento, pero uno termina preguntándose ¿de dónde salió todo esto?
Atrás quedó la trama de “Capitán América y el Soldado del Invierno”, ojo, no desentona, pero tampoco se preocupa por explicar algunas conexiones. Suponemos, eso vendrá en el futuro. Así, “Ultrón” termina siendo una secuela de “Avengers” con algunas alusiones al resto de este universo.
Todo lo que funcionó en la primera, vuelve a hacer efecto porque se repite: su estructura, la interacción entre los personajes e, incluso, algunos chistes. Whedon logra armonizar una infinidad de personajes y situaciones sin llegar al extremo del pastiche de “X-Men: La Batalla Final” (X-Men: The Last Stand, 2006), pero no parece tan equilibrado como “X-Men: Días del Futuro Pasado” (X-Men: Days of Future Past, 2014), si buscamos un punto de comparación.
Es como si Joss hubiera dicho: “me despido a lo grande y con todo”, más gente en pantalla, más destrucción, más quilombo, pero para ello debió dejar algunas cuestiones por el camino. Los momentos más geniales vienen de la mano de nuevos personajes (hasta acá llegamos con los spoilers), un poquito de aire fresco al lado de los superhéroes que ya nos conocemos de memoria.
No voy a ser injusta, el que quiere diversión, entretenimiento y acción desenfrenada, la tiene y de sobra. Eso es Marvel y sus coloridos personajes. Lo que molesta es la falta de innovación, la repetición constante, las pocas ganas de entregarle a un público que lo está viendo “todo” y cada día se vuelve más “sofisticado”, algo diferente. Ni siquiera desde los visual, donde muchas veces a la pantalla verde y las imágenes digitales se le notan demasiado los hilos. Obvio, es una de superhéroes con poderes, pero esa no es excusa para intentarlo, muchachos.
Si “The Avengers: Los Vengadores” (The Avengers, 2012) es LA película superheroica por excelencia, entonces “Era de Ultrón” es sólo una secuela y, en parte, un retroceso en el territorio ganado por otros films marvelianos, pero sigue manteniendo el mismo espíritu juguetón que agrada a los fans y a la audiencia en general que, en definitiva, es lo único que importa.