Los siete magnificos

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

La pandilla salvaje

En ésta remake del clásico western que John Sturges filmara en los albores de la década del ‘60, algunas cosas han desaparecido, otras se han agregado. Situación, convengamos, que no va en desmedro del resultado final de la nueva producción.
En realidad aquella película protagonizada por Yul Brynner era en sí misma una versión trasladada al western con el que el director japonés Akira Kurosawa ganara El León de Oro en el festival de Venecia en 1954. “Los Siete samuráis”, que de el filme se trata. Al igual que en la de 1960, la motivación de los personajes era otra, diferente a la actual dirigida por Antoine fuqua, en el que se despliega el tema de la venganza antes que el de la “mano de obra desocupada” al finalizar una guerra, o la simple ambición económica.
Esto último sólo se establece en el personaje de Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard), antagonista en estado puro, capitalismo a ultranza, el único Dios imperante es el dinero, según la expresión del personaje, malvado por antonomasia, con el clásico doblez del poderoso y cobarde de manera alterna. Curiosamente esto es expresado en dos ocasiones y ambas dentro de la iglesia del pueblo.
A partir de la diferencia en la motivación podría entenderse simultáneamente el cambio en la presentación de los personajes. La historia, tan sencilla como las anteriores, un pueblo de simples campesinos asolado por un malvado, decide contratar a un grupo de pistoleros “profesionales” para que los ayuden a erradicar el mal definitivamente. De esta misión se encarga Emma Cullen, (Haley Bennett), recientemente viuda, quien encuentra en otro pueblo a Chisolm (Denzel Washington), al que elige por el sólo hecho de haber demostrado ser muy diestro en el uso de las armas y un “caza recompensas”. Él será el encargado de reclutar a los otros hombres, que acepten el desafío, sea por lo que sea, adrenalina, reminiscencias, aburrimiento. En total siete, ningún santo.
Nadie podrá negar la habilidad para contar una historia de manera audiovisual del director de “Día de entrenamiento” (2001), y su tendencia a darle más preponderancia a las imágenes sobre las palabras, lo mismo sucedía en la década del ‘70 con el genial Sam Peckinpach, por lo cual el espectáculo está garantizado. De estructura clásica, tiene todos los elementos clásicos del western, género cinematográfico por excelencia, planos generales sobre espacios abiertos, pueblos cerrados en una calle principal, iglesia cerrando, y balas, muchas balas.
La construcción de los personajes es posiblemente el único rubro al que no parece que se le haya dado la importancia necesaria, en realidad casi todos se construyen a partir de otros personajes, estableciendo parejas que se constituyen en pequeñas subtramas, pero sin desplegar ni explicar demasiado, lo que le da cierto aire de incógnita que favorece al desarrollo progresivo de la narración. Como ejemplo valga la que establecen Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke) y Billie Rocks ( Byung-Hun Lee).
Si bien algo quedo fuera del texto original, el realizador hace de manera locuaz una especie de homenaje-cita a su antecesora a través de la banda sonora en dos escenas, en las cuales muy claramente se puede escuchar la clásica música del western anterior, lo mismo sucede con los créditos.
Un western con todas las letras, realce de las imágenes tan bien contada que sus 132 minutos no se sienten, el bonus track está en las actuaciones de un muy buena selección de actores, pues sin ellos el filme no se sostendría.