Los pingüinos de Madagascar

Crítica de Luis Zas - Leedor.com

Con el cambio de milenio, la vieja magia de Disney comenzó a declinar en cuanto a la aceptación de sus films por parte de la platea infantil ya que el cuento mágico siempre orientado a la moraleja olía a muy viejo en el mundo donde ya reinaban en la TV los Simpsons.

Pixar y luego Dreamworks fueron la alternativa fílmica a Disney. La primera fundada por el ex Apple Steve Jobs en 1986, la segunda fundada en 1994 por un ex Disney (Katzenberg), David Geffen y Steven Spielberg.
Con historias como la serie Shrek, El Espanta Tiburones, Madagascar, Bee Movie, Kung Fu Panda, Monsters vs Aliens, Cómo entrenar a tu dragón y Megamind, Dreamworks forjó un tipo de animación que, a la par que reformulaba el viejo cuento infantil, hacía ingresar al mundo de la animación la narrativa “adulta” construyendo un producto plurigeneracional.

En La citada Madagascar del año 2005 cuatro animales bien distintos naufragaban en una isla que de solitaria no tenía nada. Con cierta influencia de la serie de culto “Lost”, que ya contaba con dos temporadas, estos náufragos encontraban una serie de personajes entre ellos unos pingüinos que formaban un especial y entrañable grupo comando cuyo protagonismo fue creciendo en las películas que siguieron hasta tener su propia serie televisiva con gran éxito en la audiencia infantil.

Como película, Los pingüinos de Madagascar, estrenada la semana pasada, es una ampliación de la serie televisiva y esa es su mayor debilidad. Es un entretenimiento instantáneo por lo empáticos que resultan Rico, Skipper, Cabo y Kowalski (homenaje al marinero polifuncional Kowalski de la serie de los 60’ “Viaje al fondo del mar”). Su director Simon J. Smith también dirigió otro producto Dreamworks, Megamind, al que el villano de pingüinos se le parece demasiado….

Igual este tipo de entretenimiento, si bien abunda en guiños para los adultos, se construye bajo la vieja dicotomía de héroes y villanos, y revisten con cierta empatía a personajes cuyas referencias en la vida real no nos resultan tan simpáticos.

Ya pasaron más de 40 desde que Ariel Dorfman y Armand Mattelart escribieran “Para leer al Pato Donald”, un ensayo —o «manual de descolonización», tal como lo describen sus autores— que analizaba los valores que se traficaban en las historias del ratón más famoso y más allá de la empatía que me despiertan los pingüinos del film, siguen siendo comandos Navy Seal, cuerpos de élite de la marina que matan a civiles en Oriente Medio y que la reciente American Sniper recrea polémicamente.

A la luz de los nuevos paradigmas del entretenimiento infantil y juvenil, se impone una nueva lectura de estos productos y nuevos cánones de producción de contenidos más vinculados a las temáticas sociales e históricas de nuestra Latinoamérica. Los esfuerzos locales como los de la señal Paka Paka muestran que podemos construir personajes que sirvan para recrear nuestra historia y nuestros vínculos con el mundo sin necesidad de promover mundos ilusorios como el que inventara Disney en Orlando que hoy genera miles de millones anuales para la factoría norteamericana.

Reírse con nuestros hijos de estas películas también supone una cuota crítica a los mismos para que sepan de qué se habla cuando cuatro pingüinos se autodenominan “Navy Seals”. Por suerte hay productos como el de Zamba y sus amigos que les permiten a los chicos entretenerse conociendo y desacartonando a nuestros héroes haciendo que la propia historia sea material atractivos de lectura y esparcimiento.