Los hongos

Crítica de Kekena Corvalán - Leedor.com

Se estrena el proximo jueves 15, Los Hongos, de Oscar Ruiz Navía (Cali, Colombia, 1982) una coproducción entre Colombia, Francia, Argentina y Alemania, segunda película del director de El vuelco del cangrejo.

Un film que camina por ese desborde de géneros que es característico del cine contemporáneo, a momentos registrando como documental de observación la práctica de dos adolescentes en la ciudad de Cali que llevan adelante una práctica nocturna de grafiteado y street art, poniendo en contexto sus acciones, desarrollando sus ideas políticas y explicitando sus sueños y búsquedas.

Al mismo tiempo, se va narrando sus historias familiares, que hacen a todo el conjunto de un contar político y comunitario, a través de personajes que resuenan en la propia autobiografía del director, como su Ñañita, su propia abuela, o su padre.

Sé un hongo. Los Hongos, alude a los seres que viven por encima de otros, también se pueden pensar paralelamente, que surgen apenas abunda la humedad, o hay lluvia, y salen de la nada, como expresión de algo vivo y latente. Habla mucho esta película de las utopías que se proyectan desde aquí, Latinoamérica, aunque con claras búsquedas globales, y de esta toma de conciencia tan particular de sentirse cercanos en las luchas y logros a otros costados no centrales, como las protestas de las mujeres egipcias (que estos chicos salen a pintar en Cali), en un hermanar causas, feminismo, street art, crisis políticas… de donde sale una de las frases más potentes, manifiesto absoluto que deja salir est película: “Nunca más guardaremos silencio”.

Pero hay más. Esta película propone una de las secuencias más bellas del cine latinoamericano actual: tres mujeres afrocolombianas, cantan en un humilde ambiente de un barrio de Cali, a capela, como si conversaran, reconociéndose, afirmándose y colectivizándose en una memoria común, escena emocionante que impresiona retinas y corazones…

Película afectiva, vibrátil, estimulante, que habla de un movimiento joven y crítico que permea por todo el continente, desde la felicidad de estar y hacer, y que hace mentar,, una vez más, esa maravillosa frase del Manifiesto Antropofágico: “La alegría es la prueba”…