Los hongos

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Dos amigos a la deriva en Cali

En un registro naturalista, que se acerca al documental, la cámara sigue a estos dos personajes.

“Los hongos son seres vivos que aparecen en contextos de tremenda podredumbre y descomposición”, escribió el colombiano Oscar Ruiz Navia para explicar el título de su segunda película. Los hongos son Calvin y Ras, dos adolescentes que se aferran al skate y los grafitis como tabla de salvación en una ciudad, Cali, tan compleja como la mayoría de los grandes centros urbanos latinoamericanos.

Es un entorno hostil, caótico e indiferente, que no parece guardarles un lugar destacado en su futuro. Pero ellos no parecen sufrir esa realidad, sino aceptarla e intentar ser lo más felices posible dentro de las limitaciones que les impone. Esta es una de las cualidades de la película: si bien muestra la precariedad económica, la corrupción institucional y la farsa política, no es un filme de denuncia. No se cargan las tintas sobre los padecimientos ni se hace un pintoresquismo for export del caos latinoamericano; las adversidades son parte de un paisaje donde la creatividad y la esperanza son posibles.

Y esto se aplica no sólo al contexto social, sino también a las relaciones humanas. Es conmovedor el vínculo que mantiene Calvin con la Ñaña, su “abuelita” enferma de cáncer. Una vez más, lo negativo es sólo un dato, no pasto para un posible drama lacrimógeno. Lo mismo se aplica al vínculo entre Ras y su madre, signado por la pobreza y la postergación, pero sin que se haga una explotación tendenciosa de la miseria -ni tampoco una idealización- para conmovernos.

Aquí no hay víctimas, sino luchadores de la vida que como única arma empuñan su arte. Puede ser el canto y el baile improvisados entre vecinas, los grafiti clandestinos de grupos vagamente politizados o la música ruidosa de un furioso grupo hiphopero. En un registro naturalista, que por momentos se acerca al documental, la cámara sigue las aventuras de estos dos amigos que están a la deriva, pero hacen de ese desamparo un refugio que los vuelve capaces de encontrar un manantial cristalino en medio de una jungla de cemento.