Llámame por tu nombre

Crítica de Martín Escribano - ArteZeta

LAS PUERTAS DEL DESEO

Quien diga que la vio venir, miente, porque nadie podía pronosticar que lo último de Luca Guadagnino (The Protagonists, I Am Love, A Bigger Splash) se convertiría en un clásico instantáneo. Extraordinaria, fuera de serie, una trompada asestada con la intensidad y el timing preciso, Call Me By Your Name ya es una de las mejores cintas que entregó el nuevo siglo. En una villa italiana de la zona de Liguria, durante un verano de principios de los ochenta (1983 en la novela de André Aciman en la que se basa) Elio (Timothée Chalamet), de 17 años, conoce a Oliver (Armie Hammer), un estudiante norteamericano mayor que él y “becario” del padre de Elio (Michael Stuhlbarg), profesor especializado en cultura grecorromana. Si hablamos de los griegos, de quienes aprendimos que al amor se lo puede nombrar de muchas maneras, viene bien decir que habrá aquí un erastés (un amante) y un erómenos (un amado). El primero, por su condición, no sabe lo que le falta, pero algo le falta; el segundo no sabe lo que tiene, porque lo tiene escondido, incluso para sí mismo. El punto es que se encuentran y ese encuentro genera efectos. La casona familiar, en la que prima un ambiente intelectual y bastante liberal para la época, oficiará de paraíso donde empezará a circular de manera creciente el deseo entre ambos. No es fácil filmar esa energía invisible, y la demora necesaria para que esta se despliegue, pero el guión del veterano James Ivory (de 89 años, quien originalmente iba a codirigir) le infunde a sus personajes un respeto pocas veces visto y la cámara de Guadagnino dota al relato de una sensualidad insólita. La cuarta película del director nacido en Palermo desnuda la verdadera naturaleza de esa fuerza continua e indestructible, que causa a ambos personajes y los empuja a vivir incluso, y sobre todo, a pesar de ellos mismos. Call Me By Your Name es el registro de la existencia del Paraíso y también el de su nostalgia Sin ánimos de revelar lo que acontece hay que decir que cerca del final, este coming of age clásico y sensorial, al que cualquier premio le queda chico, hay una escena entre Elio y su padre que contiene uno de los mejores diálogos padre-hijo en la historia del cine. Citaremos esa escena por el resto de nuestras vidas.