Lejos de ella

Crítica de Horacio Bilbao - Clarín

El amor en el vértigo

En tres actos, y con un tono crítico y emotivo a la vez, ofrece un retrato familiar marcado por el cambio de época.

Es puro vértigo esta historia familiar a la luz del pasado, presente y futuro de la China capitalista. Un relato lineal efectivo. Pero el gran logro del director Jia Zhangke en Lejos de ella fluye a través de las emociones y los vínculos, las consecuencias humanas de esa inercia económica exterior.

A finales de 1999, en el alba del siglo XXI, la adorable Tao canta y enamora en los festejos de fin de año. Por ella “mueren” sus dos amigos de siempre, Zang, un flamante integrante de la elite económica y Lianzi, un esforzado trabajador en las minas de carbón. Resultado horrible para una vieja lucha de clases, batalla desigual por la jovencita china. Contra el espectador, contra ella misma quizá, pero muy a favor de la película, Tao se decide por ese engreído joven de la elite, a quien ella misma le sugiere “que el dinero se le subió a la cabeza”. Solución al primer conflicto.Las lecturas políticas, económicas y culturales que afloran en Lejos de ella, narrada en tres capítulos (1999-2014 y 2025), marcan todas los efectos del avance del capitalismo salvaje en el país más populoso del mundo, pero adelante hay una historia de familia bien contada, con emoción, profundidad y personajes humanos.

Diálogos chispeantes durante la juventud, preocupados en la adultez y mucho más amargos en el futurista final de la película, ayudan a trazar un compás que también está definido por el formato y el color de las imágenes, que en 1999 arrancan en un 4:3 para estirarse hacia las apaisadas pantallas de la actualidad. A la vez, el color se va apagando, y las calles vaciando de gente. También la música juega un rol fundamental, entre la tradición del cantonés, y la resignificación de Go West, el tema de Pet Shop Boys que atraviesa la vida de Tao. Nada es casual.

¿Y el pasado? Aparece a cuentagotas a través de algunas tradiciones sin referencias ideológicas a los años comunistas, pero con cierta nostalgia jamás declarada. “Zang ha crecido, es todo un capitalista”, es una definición y metáfora de la segunda parte. Luego el olvido intencional. Y la memoria que fluye en una canción o en un viaje, preguntas sobre qué es la libertad, y conclusiones penosas, pero esperanzadoras. “El tiempo no cambia todo”, admiten estos seres arrastrados por la corriente imparable. Hay también un elogio de la lentitud, herramienta de disfrute. Pero prima una sensación, ver pasar los años junto a ellos, con sus puntos de vista, sentir y pensar un mundo global a través de su historia.