Las inocentes

Crítica de Rosana López - Fancinema

EL TEMPLO PROFANADO

Las inocentes, de la directora nacida en Luxemburgo Anne Fontaine (Mi peor pesadilla, Coco antes de Chanel), cuyo estreno en cartelera cae justo en nuestro país en un momento sensible en cuanto a múltiples casos de aberraciones impuestas a la mujer y femicidios, nos muestra, por un lado, la fuerza del amor y la solidaridad entre pares frente a cualquier credo o ciencia. Y tristemente por otro, la repetición en la historia de la Humanidad de la violencia sociocultural ejercida sobre la mujer.

Estamos ante una pieza maravillosa basada en hechos reales, con escenario que tiene como epicentro a la invernal Polonia de postguerra. Allí, una monja, infringiendo las normas de su orden, recurre a Mathilde, una joven médica de la Cruz Roja para que la ayude con los embarazos fruto de violaciones de soldados rusos y posteriores partos de un puñado de religiosas. Un martirio colectivo donde el protagonismo de ambas mujeres -una de la ciencia y otra de la fe- se superpone a cualquier humillación y secreto guardado a la sociedad.

Fontaine, experta en retratar el mundo femenino en su filmografía, juega con una paleta de personajes con una moralidad diferente frente a la cuestión maternal impuesta, a veces sentida y, por sobre todo, compleja. Logra verter esa impunidad implícita en las fechorías de algunos hombres para enriquecer el relato con la problemática presente y un futuro más esperanzador del destino de esas mujeres. También vemos la vida de Mathilde, que se debate entre repatriar a los sobrevivientes de los campos nazis, su profesión, su lealtad comunista y su independencia sexual, una realidad muy diferente a la de sus amigas religiosas.

El peso de la fuerte e impactante fotografía, además de los gélidos paisajes de finales del 45′, recae en el factor emotivo y correctamente interpretativo de la francesa Lou de Laäge, cuyo personaje demuestra esa valentía avasallante y pionera que Fontaine gusta exponer en sus obras. Pero también disfrutamos de otros personajes, como el amable cirujano enamorado de Mathilde, interpretado por Vincent Macaigne (2 otoños, 3 inviernos); o la soberbia Madre Superiora encarnada por Agata Kulesza (Ida). Las locaciones también son bien contrapuestas y emanan ese sentido de ateísmo o escepticismo versus una vida limitada al servicio de Dios. Pero será en la unión de esos dos mundos femeninos tan contrastantes donde se logre cierta “armonía y equilibrio”.

Las inocentes, a pesar de su equilibrio y belleza estética, peca de una larga duración y una narración por momentos algo reiterativa. Sin embargo, es tan interesante y conmovedora que todo lo suple con creces, a partir de adentrarse en una temática psíquica y moralmente compleja: el difícil camino de las mujeres tomadas sexualmente a la fuerza cuyo fruto es la llegada de un ser inocente como un bebé. ¿Será posible amar el fruto del odio?