Las inocentes

Crítica de Marcela Barbaro - Subjetiva

PONER A DIOS ENTRE PARÉNTESIS

Diciembre de 1945, Polonia. La guerra finalizó, pero las secuelas se extienden a una población devastada y empobrecida tras el conflicto bélico, donde se desarrollará la historia. En la región, una unidad especial de la Cruz Roja asiste a las víctimas. Allí, trabaja una joven médica francesa Mathilde Bealieu (Lou de Lâage, en un gran papel), que recibe a una monja desesperada pidiéndole que vaya con urgencia a atender a una hermana de su convento. Ayudarla implica desobedecer las órdenes de su jefe, pero sus principios pueden más. Al llegar al convento de clausura jamás imaginó encontrarse con monjas abusadas sexualmente por soldados rusos. Siete de ellas quedaron embarazas, pero nadie deberá enterarse de lo sucedido.

Pese a la oposición de la madre superiora (Agata Kulesza) de pedir ayuda a un extraño por miedo a ser descubierto ese secreto humillante, la necesidad de atención médica, por más precaria que sea, debe salvar la vida de las mujeres y los recién nacidos. Ese primer contacto, aunque resistido y culposo, comenzará a generar un vínculo inesperado entre Mathilde y las hermanas, principalmente con María (Agata Buzek) quien la ayuda con los pacientes. Esa experiencia mutua pondrá a prueba cuestiones morales, metafísicas y humanas.

La directora franco-luxemburguesa Anne Fontaine (La chica de Mónaco, Mi peor pesadilla, Coco antes de Chanel, Madres perfectas, entre otras) vuelve con un relato sobrio y elegante sobre un suceso real basado en las notas que escribió la francesa Madeleine Pauliac, médica de la Cruz Roja, donde cuenta su vivencia con las monjas embarazadas y el conflicto interior que presenció en cada una de ellas; un sentimiento ambivalente que se manifiesta con intensidad a lo largo de la película.

En Las inocentes ese conflicto permanece latente no sólo dentro de los claustros y en el interior mismo de las protagonistas sino también en el afuera donde habita el enemigo que acecha y lastima. Esas huellas parecen estigmas sobre el cuerpo impoluto de las monjas. Esos cuerpos virginales que no se tocan, ni se acarician, ni se muestran desnudos. Hacerlo sería como aceptar el placer de lo prohibido y entonces entregarse al castigo. La maternidad se presenta como el desafío que las llena de contradicciones, de miedos y de una angustia que pone a prueba la fe en Dios.

Con pasajes que recuerdan a Ida (2013) de Pawel Pawlikowski, la austeridad de los planos, los leves movimientos de la cámara recorriendo el Convento narran con fluidez y esteticismo un relato dramático que no deja de relacionarse con su contexto político. Su formalismo destaca el gran trabajo de fotografía de Caroline Champetier. El manejo de la luz otorga calidez a los ambientes y un tono intimista a los interiores para contrastarlos con las imágenes blanquecinas y amenazantes del exterior.

Al igual que Coco, la protagonista de Coco antes de Chanel, la médica se muestra valiente y con la convicción sobre sus ideales. Es independiente y tiene confianza en sí misma. La mirada de la realizadora no juzga a sus personajes sino más bien los enfrenta con su destino en el que resalta las cualidades que las diferencian del resto.

Las inocentes, estrenada en el Sundance en la sección Premieres, contó con el guion de Sabrina Karine y Alice Vial, adaptado por la directora junto al talentoso Pascal Bonitzer. Su éxito la llevó a estar entre las posibles competidoras para el Oscar como mejor película en lengua extranjera.

El film logra mantener la tensión y el dramatismo de la historia de manera equilibrada, salvo hacia el final donde redundan las escenas sobre la problemática de las religiosas, innecesariamente. Más allá de eso, la película es interesante y transmite esa dualidad constante entre el ser y el deber ser.

LAS INOCENTES
Les Innocentes. Francia/Polonia, 2016.
Dirección: Anne Fontaine. Guión: Sabrina B. Karine y Alice Vial. Intérpretes: Lou de Laage, Agata Buzek, Agata Kulesza, Vincent Macaigne, Joanna Kulig, Eliza Rycembel y Anna Prochniak. Fotografía: Caroline Champetier/ Música: Gregoire Hetzel/ Edición: Annette Dutertre. Duración: 115 minutos.