Las grietas de Jara

Crítica de Fernando Alvarez - Clarín

Un pasado turbio
Basada en la novela de Claudia Piñeiro, es inquietante y tiene buenas actuaciones.

Con mayor o menor suerte, el cine nacional encontró la inspiración para adaptar varias novelas de la exitosa escritora Claudia Piñeiro. Luego de Las viudas de los jueves, Betibú y Tuya, en donde el crimen y la crítica a las altas clases sociales eran denominadores comunes, llega la nueva película de Nicolás Gil Lavedra (Verdades Verdaderas: La vida de Estela) que se inscribe en el thriller.

Las grietas de Jara, un relato tenso que gira en torno al eterno “juego del gato y el ratón”, comienza cuando una misteriosa joven (la española Sara Sálamo) ingresa al estudio de arquitectura Borla y Asociados, preguntando por Nelson Jara (Oscar Martínez), de quien nada se sabe desde hace años. De este modo, la tranquilidad del arquitecto Pablo Simó (Joaquín Furriel), su jefe Mario (Santiago Segura) y su socia Marta (Soledad Villamil) comienza a resquebrajarse en un entramado que esconde secretos y mentiras del pasado.

Todo se articula a través de una serie de flashbacks que muestran a un enloquecido Jara como el damnificado por una grieta que se extiende en la pared aledaña de su living y que fuera provocada por un error del estudio de construcción.

A la exigente rutina familiar de Simó que lleva adelante junto a su esposa (Laura Novoa, impecable en su rol aportando la cuota de humor necesaria) y los conflictos que atraviesa su hija adolescente, se suma un anhelo profesional que queda plasmado sólo en un plano, mientras el miedo de su compañera Marta aflora cuando todo se sale de control y acude a Simó como único salvador.