Las aventuras de Tintín

Crítica de A. Degrossi - Cine & Medios

No tan tontín

Decidido a contar una aventura como solo él sabe hacerlo, Steven Spielberg usa como vehículo a Tintín, personaje creado en 1929 por un historietista belga que usaba el seudónimo de Hergé. Tintín es un adolescente periodista de vocación y siempre dispuesto a encontrar una historia que contar. En esta ocasión, mientras pasea por una feria de antigüedades junto a su inseparable perro Milú, el joven héroe compra un barco en miniatura por el que inmediatamente aparecen otros interesados dispuestos a pagarle a Tintín más de lo que él había pagado.
El barco en cuestión despertó la curiosidad del joven, pero mucho más lo hizo el hecho que esos otros hombres también lo desearan. La acción no se hace esperar y pronto Tintín y Milú se hallan en medio de peligros que afrontan con lucidez y arrojo.
El director Steven Spielberg junto al también cineasta Peter Jackson, aquí en el rol de productor, optaron por la técnica de animación de captura de movimiento que tanto se ha mejorado desde su uso en "El Expreso Polar". Esto, sumado a un tipo de dibujo hiperrealista que respeta la fisonomía de los personajes creados por Hergé, generan un filme que provocará no pocas controversias. Si bien la técnica digital permite encarar acciones imposibles de rodar en la realidad, usualmente por muy costosas, es cierto también que los personajes bien pueden ser interpretados por actores de carne y hueso en lugar de por un dibujo que imita a la perfección a un ser humano.
Más allá de esta cuestión, Spielberg consigue que la aventura cobre protagonismo por sí misma sin que importe demasiado el anodino Tintín y su universo tan poco popular por estas tierras. Cerca del final, la acción se extiende algo más de lo deseado y aquello que debería entretener acaba volviéndose denso, pero no por mucho tiempo. El viejo Steven sabe rescatar al espectador y dejarlo listo para una próxima aventura.