Ladrona de libros

Crítica de Victoria Conci - La Voz del Interior

Historia para principiantes

El narrador de Ladrona de libros es "La muerte", una voz en off que introduce la historia y que aparece de tanto en tanto. Pero es además una síntesis del principal problema que tiene la película: la banalización de la guerra en general y del Holocausto en particular.

Con un tono digno de una película de Disney sobre princesas, la voz dará lugar a los primeros instantes del filme (que nada tienen que ver con cuentos de hadas): una madre acaba de enterrar a su hijo menor y entrega a la mayor en adopción.

Ladrona de libros está basada en el best seller juvenil de Markus Zusak y tiene como protagonista a Liesel (Sophie Nélisse), una inquieta y encantadora niña que es acogida por una pareja durante la Segunda Guerra Mundial. Rosa (Emily Watson), una mujer rígida y poco demostrativa, y Hans (Geoffrey Rush), un simpático hombre que es puro corazón, cuidarán de la pequeña en medio del complejo panorama bélico.

La aparición en escena de Max, un joven judío en busca de asilo, cambiará la rutina del trío, volviendo sus vidas más peligrosas pero al mismo tiempo uniéndolos como familia. Liesel compartirá con el huésped clandestino momentos de lectura y sobre todo el amor por las palabras, lo que derivará en una amistad incondicional. Amistad que además la llevará a "tomar prestados" libros de la biblioteca de la taciturna mujer del gobernador.

De alguna manera, la película funciona en dos planos: por un lado, el de la guerra y la violencia (en su versión light, claro); y por otro, el de la amistad, la familia, la música y los libros, que operan como pequeños refugios para los personajes.

Si en El laberinto del fauno (2006) la película oscilaba entre el mundo fantástico de una niña y la cruenta dictadura franquista; en Ladrona de libros la literatura y la escritura funcionan como motor para seguir adelante en un contexto de guerra, aunque no logra ni cerca el resultado de la cinta de Guillermo del Toro.

Si hay un motivo por el cual sobrevive la película de Brian Percival (director además de varios capítulos de la serie británica Downton Abbey) es por sus personajes. La frescura de la pequeña Nélisse y las actuaciones de Rush y Watson se lucen cuando los tres están en pantalla, protagonizando los mejores momentos de la película. Exactamente lo opuesto ocurre cuando Ben Schnetzer (Max) es el centro de la escena.

La ambientación y la música de John Williams (La lista de Schindler) suman como puntos fuertes del filme, mientras que resta notablemente la superficialidad con que se toca el tema del Holocausto. Además de una constante tendencia a un sentimentalismo que coquetea con lo lacrimógeno.