La vida misma

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Este segundo filme en calidad de director del conocido guionista Dan Fogelman, el que escribiera “Loco y estúpido amor” (2011), empieza demasiado arriba, con un narrador estableciendo la relación ficticia de los personajes, para cerrar en que todo esto, demasiado al parecer totalmente desarticulado, es producto del proceso de escritura de un futuro guión de cine.

Lo que dura esa secuencia, unos 5 minutos, se ve lo mejor de la realización, o más propiamente dicho lo único bueno.

Tan arriba se establece que cuando se precipita lo hace en caída libre sin posibilidad de recuperarse. Termina por ser un producto manipulador establecido a través de un filme romántico con tintes dramáticos, o si quiere trágicos.

Historias de amor que se despliegan en el tiempo a partir de un mismo hecho ocurrido en las calles de Nueva York, casi como una versión edulcorada y banal de “Amores perros” (2000) sin tener exactamente esa misma estructura, pero muy parecida

Will (Oscar Isaac) y Mary (Olivia Wilde) se conocen en una fiesta universitaria y rápidamente se enamoran. A partir de ahí comenzará una historia de amor que atravesara distintas generaciones, décadas de manera intercontinental, empezando por las calles de la gran manzana hasta llegar a España, donde podremos ver a Antonio Banderas y Laia Costa en personajes escritos para ellos, sin lugar a dudas, antes al maravilloso Mandy Patinkin, sin faltar a la fiesta de la actuación la todavía muy bella Annette Bening.

Todos los personajes son buenas personas, así presentados, así construidos y desarrollados, por lo que la vida misma pasa a ser el “antagonista”, estableciéndose entre el deseo de los personajes y lo que realmente les va sucediendo.

El problema no está en las rupturas temporales ni en los cambios de narradores, ni en los diversos puntos de vista que va proponiendo, el problema real se establece a partir del narrador omnipresente que quiere emocionar al público, pero sus herramientas son demasiado empalagosas, acrecentadas por la banda de sonido, empática, precediendo a las imágenes y acentuando el sentimiento propuesto nunca logrado.

Quiere por momentos establecerse como un filme aleccionador y eso termina de hundirlo.

Una buena fotografía y muy buena actuaciones dando vida a un guión que se muere demasiado rápido.