La vida después

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

En su segundo largometraje, los realizadores Franco Verdoia y Pablo Bardauil, (“Chile 627”, Argentina 2006) construyen una película de separación, si, de separación, porque si hay un género romántico meloso para contar los idilios y pasiones, también hay uno sobre “desromances”, que termina virando hacia un universo de tensión y misterio impensado para los climas con los que había iniciado.
En “La vida después” (Argentina, 2015) hay dos historias que se cuentan desde el momento en que Juana (María Onetto) le pide a Juan (Carlos Belloso) la separación. Después de muchísimos años de casados, de poder congeniar su vida profesional y amorosa juntos, han llegado a un momento de relacionarse entre sí más por inercia que por otra cosa, y que aparentemente este dato, no menor, es omitido por Juan (Belloso).
Después del pedido de separación inicia la película 1, la centrada en Juan y en su proceso de duelo, mudanza, y de larga agonía tras encontrarse comenzando de nuevo su vida, casi sin dinero y con una necesidad corporal y sexual que le urge y que lo lleva a cometer algunos actos que ni el mismo pensaba.
Esta “película” sobre el amor después del amor, es una película oscura, silenciosa, con largos planos en los que nada pasa, pero que sirven de cimiento para el torbellino que sucederá en la segunda parte.
Un acontecimiento hará que Juana, inicie la segunda historia dentro de “La vida después”, una en la que la ausencia de Juan le duele mucho, quizás más de lo que ella imaginaba y pensaba, pero también una en la que la información que comienza a llegarle sobre su expareja le resiente el presente.
¿Con quién estuvo casada? ¿Qué hacía a sus espaldas? ¿Con quién pasaba el tiempo que no estaban juntos? Pero curiosamente, y allí radica la habilidad de los directores, estas preguntas también son sentenciadas por Juan al vacío, cuando detecta, o cree en su interior, muy profundamente, que su mujer tiene un amante y que por este lo ha dejado.La muerte como bisagra, la separación inesperada como punto de partida para narrar algo que se viene ocultando entre dos seres que en el fondo nunca terminaron de conocerse.
Hay personajes secundarios, la mucama, de ambos, el amigo de la universidad que vuelve para seducirlos, y un fuera de campo ominoso en el que el pecado y la noche, los vicios, y la sexualidad a flor de piel necesita cristalizarse en la pareja.
“La vida después” abruma, y también duele, porque habla de un estado de absoluto desconocimiento entre seres. Entre personas que se aman profundamente, porque del amor que se tienen y tendrán nadie duda. Hay un trabajo también sobre los protagonistas hacia afuera de la pareja que permite reflexionar justamente en cómo en el retraimiento familiar algunos son de una manera y hacia afuera son otra cosa completamente diferente.
Juana, así, para el afuera, y particularmente en su trabajo en la TV es una déspota intolerante. Juan un hombre que necesita constantemente la aprobación del otro para hacer las cosas, y en la sinergia entre ambos sale perdiendo. O es ella la que pierde. Vean la película para decidirlo.