La última ola

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

Temor, temblor y agua

La película de Roar Uthaug es un ejemplar tan distante como obediente del género que popularizó Hollywood.

La primera película que viene a la mente al combinar catástrofe geológica y origen nórdico es la excelente Fuerza mayor (2014), el filme sueco que en realidad partía de una avalancha para desplegar las radicales consecuencias del fenómeno en la integridad moral de un matrimonio joven. El caso de la noruega La última ola de Roar Uthaug es el caso opuesto, en tanto respeta el género a rajatabla, reivindica el grupo familiar como entidad indivisible y eleva al padre –y, en un casi igualitario segundo lugar, a la madre– al estatus de héroe que es capaz de darlo todo y abandonar diferencias y cavilaciones para salvar a los suyos.

El escenario es el prístino pueblo de Geranger, situado en una región elevada donde una voz en off advierte con tono documental que en 1905 hubo una avalancha seguida de un tsunami y que ese desastre podría repetirse. El geólogo Kristian Eikjord (Kristoffer Joner) empaca sus cosas a punto de mudarse a otro lugar con su familia. A la vez que su hijo adolescente y mujer lo cuestionan, Eikjord percibe con su olfato científico que algo malo está por pasar. Sus colegas no le creen, a pesar de los números rojos que titilan en pantalla.

La tensión narrativa y formal construida en esa primera mitad con elementos mínimos (y baratos, en contraste con las superproducciones de Hollywood) es lo mejor de La última ola, donde más se luce una sobriedad septentrional capaz de despertar milimétricos sismos en una temática abordada hasta el cansancio por la industria estadounidense. En ese sentido, la escena clave es cuando se enciende la monótona pero intensa alarma del pueblo, la prueba literal de que el suspenso funciona mejor con la manipulación gradual de capas (tectónicas) visuales y sonoras que con el abuso de estridencias megalómanas.

Después vendrá una ola gigante de impecable detallismo digital que, como toda ola, traerá consigo también un quiebre y un alisamiento. La segunda parte de La última ola será una carrera contra el tiempo al revés (primero era para escapar al exterior en las alturas, ahora para rescatar a seres queridos en una profundidad acuática de interiores), en un antes y después que recuerda a la verídica y potente Lo imposible de Juan Antonio Bayona, aunque aquí la familia es todo y las instituciones de rescate están ausentes. Casualmente ahí el filme se sumerge en lo previsible y deja de ser una amenaza para el género, que tiene en La última ola a un ejemplar distante pero obediente.