La última fiesta

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Podría decirse que ésta realización argentina no es otra cosa que la traslación de lo peor de la mal llamada comedia hollywoodense actual, con ejemplos como la saga de "¿Que pasó ayer?" (2009, 2011,2013), o todas esas producciones (de alguna manera hay que llamarlas) que creen ponerse como fuera del sistema para dar cuenta de una originalidad que no tienen, sólo cruzar la línea de la comedia hacia la estupidez, herederas del filme "Porky's" (1981), que hoy por hoy, y a la distancia en comparación con lo actual, es casi una joya del cine.
De hecho, en éste ejemplar autóctono se observan dos segmentos muy diferenciados, casi con los mismos personajes, pero tanto desde la estructura narrativa como desde las imágenes, no diría en las antípodas, pero si muy alejados, uno de otro.
Abre con la idea de instalar el perfil de los personajes, tres amigos de la infancia, uno más perdedor que otro, con el padre de uno de ellos, tan idiota como su progenie.
la historia hace una elipsis temporal de 20 años, más o menos,. Dante (Alan Sabbagh) es echado del hogar conyugal por una esposa que se canso de sostener su inoperancia. Él, con su compañero de tareas (Nicolás Vázquez), sigue siendo guardia de seguridad de un museo, artista frustrado, en realidad, comienza a organizar una fiesta de recepción a la soltería, o de despedida del matrimonio, que parece lo mismo, pero no lo es, y no queda demasiado claro. Para ello contará como ayuda con el tercer integrante del trío de amigos, Pedro (Benjamin Amadeo), quien termina produciendo la mejor construcción de entre todos los personajes.
Esa primera mitad incluye la fiesta, realizada en una mansión que cae en manos de Alan para que la venda, ya que su ocupación es la de agente inmobiliario.
Como era de suponerse, la fiesta se va de control, todo lo que se ve está en función de intentar reproducir gags de filmes yankees que ya en los originales causaban menos gracia que el discurso de un político argentino. No faltaran escenas del orden de lo chabacano, pueril, cuando no escatológico, con casi toda una iconografía pornográfica del mal gusto.
Cuando la narración empieza a tener efectos soporíferos al extremo, se produce un corte estilístico, y se podría decir hasta de género.
Durante la fiesta desaparece un cuadro de inmenso valor, pecuniario, afectivo, o de otra naturaleza. Con intención de recuperarlo los tres amigos comienzan una investigación que deriva, en cuanto al filme, en uno que se circunscribiría en comedia de acción.
Es en este momento en que los directores tienen mejor pulso para los tiempos de cada escena y cada plano, también parece haber un cambio en los guionistas, en total cuatro, dando lugar a personajes muy interesantes y risueños, como el de César Bordón con un doblez muy efectivo.
No mucho mas, levanta un poco en esa segunda mitad, las actuaciones son buenas a lo largo de toda la historia, pero el resultado final deja mucho que desear.