La toma

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Durante buena parte de este año, estudiantes de diferentes colegios secundarios porteños protestaron contra la decisión del gobierno de la ciudad de aplicar una nueva currícula de estudios, homologada por el Ministerio de Educación de la Nación y que ya está en vigor en el resto del país. Ese reclamo se hizo manifiesto a través de la toma de los establecimientos, una metodología que generó no pocas polémicas en los medios de comunicación y que registra un antecedente inmediato en las que ocurrieron en 2010, cuando el alumnado reclamaba por mejoras edilicias en escuelas públicas que indudablemente las necesitaban (y que, en muchos casos, las siguen necesitando). Sobre esa experiencia pone el foco La toma , específicamente sobre lo que ocurrió en el colegio Nicolás Avellaneda (también tomado en 2007 por problemas con la calefacción), uno de los veinticuatro que en ese momento resolvieron llevar adelante esa medida de fuerza ante el indiscutible deterioro que venían sufriendo. Lo notable de la película de Gugliotta es su enérgica voluntad de exceder el mero registro de los hechos para inclinarse por la construcción, con solvencia, gracia e inteligencia, de una historia con todos los condimentos de una buena ficción, sin por eso resignar su valor documental.

L a toma tiene personajes entrañables muy bien delineados como tales, un crescendo dramático ejemplarmente armado a partir de un gran trabajo de montaje que refleja con claridad el saludable clima de debate interno en el colegio, que incluye acuerdos, concesiones y fisuras generacionales. La película ataca varios frentes al mismo tiempo: destaca la capacidad de organización de los estudiantes, revela sus convicciones, desnuda su candidez y sintetiza su cotidianidad con pincelazos muy precisos. Trata a los protagonistas con un visible cariño y hasta logra un pico de alta emotividad en una enérgica alocución de una alumna sobre la conciencia política. Lo que finalmente se discutió en el Avellaneda fue si lo correcto era pensar exclusivamente en lo propio (conseguir las mejoras en el colegio como objetivo central) o bien desarrollar un espíritu colectivo, teniendo en cuenta lo que pasaba en el resto de los colegios de la ciudad, muchos de los cuales no estaban obteniendo la misma respuesta. Independientemente del resultado, la experiencia de los alumnos del colegio de Palermo ha sido realmente valiosa en esos términos: en honor a la larga tradición de luchas estudiantiles en la Argentina, vale la pena pensarse como parte de un todo. La toma nos ayuda a verlo de ese modo sin ceder a la tentación del panfleto. Por eso es una gran película.