La rueda de la maravilla

Crítica de Manuel Esteban Gaitán - Conexión Cultural

Ambientada en la década del 50′ y enmarcada bajo el género dramático, La Rueda de la Maravilla es la nueva cinta del neoyorquino Woody Allen, que sigue empeñado con presentar una película anualmente, un hábito que sostiene desde hace tiempo. La Rueda de la Maravilla contiene, como era de esperarse, muchos de los elementos frecuentes del cine de Allen, que van desde el tratamiento y enfoque sobre el difícil entramado que conllevan tanto las relaciones amorosas, como las referidas al complejo entorno familiar, algunos diálogos ya tradicionales en su filmografía, y momentos cómicos, enlazados en medio de escenarios de índole dramático.

El encargado de presentarnos e introducirnos en las historia será justamente unos de sus protagonistas funcionales, un guardavidas llamado Mickey (interpretado por un aceptable Justin Timberlake), que nos cuenta la historia de Ginny (Kate Winslet), una actriz de carácter volátil y fuerte temperamento, devenida en camarera, y Humpty (Jim Belushi), un operador de carrusel, sin muchas pretensiones, pero con problemas con el alcohol; ambos atraviesan una crisis de pareja. Él insiste con invitarla a formar parte de hábitos que conforman su rutina, pasando por alto que a ella en realidad no le interesan, y que si alguna vez compartieron, no fue más que un intento de por fortalecer el vínculo entre ellos.

La aparición de Caroline (llevada a cabo por la actriz británica Juno Temple), hija de Humpty, con la cual él no hablaba desde hace unos cinco años, y había prometido no volver, representará un fuerte sobrecarga, sin pasar por alto que la joven huye de su ex marido, un hombre de perfil peligroso e involucrado en asuntos de mafia, que según ella, la busca para matarla. A esto vale añadir que en el medio, con la pareja convive el hijo más pequeño de Ginny, Richie, un muchacho fascinado con los incendios y la piromanía, con serios problemas de conducta, e inconvenientes en la escuela, a la cual a veces ni asiste, porque prefiere escaparse para ir al cine.

Mickey no será de ayuda en su intervención en la historia, ya que terminará convirtiéndose en el amante de Ginny, quien demuestra una clara disconformidad con su actual pareja, y remarca su arrepentimiento por haber engañado a su primer esposo, el padre de Richie, lo cual la llevó a un inevitable derrumbamiento. No tardará Mickey en conocer a Caroline, y pese a mantener distancia con la muchacha, los acercamientos inevitablemente se darán, y el simple hecho de percibir cierta empatía entre ambos, terminará de resquebrajar la frágil instancia emocional que acongoja a Ginny y sobrelleva a duras penas, exponiendo su lado más egoísta y miserable.

La historia contiene elementos teatrales, y se engloba en la naturalidad de films clásicos de Woody
Allen. El sentido de la moralidad será un eje central, ya que no todos los personajes la conciben del mismo modo, y la forma de operar de cada uno, será lo que brindará ciertos matices a la narración, y también será el motor elemental que desviara las acciones hacía el lado más coherente. La actuación más destacable es la de Kate Winslet, aunque en líneas generales son parejas. Algunos excesos, muchas veces presentes en las películas del realizador neoyorquino, es su debilidad mayor, pero la cinta en cuestión logra sostenerse a lo largo de sus 100 minutos, la historia sin ser una obra maestra, está bien delimitada, y podemos resaltar una serie de momentos que son netamente acertados. Quizás fascine a los seguidores de Woody Allen, y naturalmente evadan los detractores del mismo, pero para los neutros, la propuesta es interesante.