La rueda de la maravilla

Crítica de Leandro Porcelli - Cuatro Bastardos

La Rueda de la Maravilla: Los trágicos colores del amor
Como ya es usual, Woody Allen nos trae un particular romance de época con un elenco estelar: Kate Winslet, Justin Timberlake, Juno Temple y Jim Belushi.
Pocos directores combinan un estatus de icono intocable con una prolífica filmografía que se extiende durante varias décadas. Sin duda alguna Woody Allen es sinónimo de cine en todo el mundo, e incontables colegas (en todo rol cinematográfico) se mueren por colaborar y sacar provecho de uno de los nombres más importantes de la industria. Así es como cientos de productores, cineastas y actores, continúan protegiendo, minimizando y haciendo la vista gorda ante las tan serias acusaciones. Uno juzga películas como el objeto que son, pero también se puede tomar el atrevimiento de señalar que por más bueno que un producto sea, la normalización de tales crimenes es quizás un precio demasiado alto a pagar. Polémico el artista, polémica la obra, es importante saber cuando (y hasta donde) separar las cosas. Queda en cada uno como hacerlo.
Como en los últimos años, Allen vuelve a crear un romance de época que (como incluso en sus clásicos de antaño) decide mostrar un amor agridulce. No cuesta mucho ver el aprecio del cineasta por el momento y lugar retratados: los muelles de Coney Island en los ’50 transmiten de forma impecable la nostalgia de sus realizadores. El vestuario, la música y por supuesto las locaciones realmente lo llevan a uno a perderse en una ambientación tan colorida como atrapante. Aunque la realización del proyecto sea de especial calidad, es realmente difícil obviar el hecho de que la verdadera estrella de la película es su estelar elenco: mientras Justin Timberlake y Juno Temple hacen un gran trabajo al ser casteados en papeles casi ideales, es imposible estar a la altura del brillante trabajo que Kate Winslet (esperable) y Jim Belushi (pequeña sorpresa) entregan. Pero por supuesto, por más buenas que sean las interpretaciones, deben estar sostenidas no solo por un buen guión sino también por una visión técnica.
La colaboración con el genio de la fotografía Vittorio Storaro (Apocalypse Now) sin dudas le devolvió al trabajo de Allen la chispa que hace mucho tiempo le estaba faltando (sacando Blue Jasmine, Midnight in Paris y si quieren Match Point, hace décadas que el trabajo del iconico director es más yerros que aciertos). Cafe Society marcó la primera vez del dúo trabajando juntos, y aunque obtuvo buenos resultados visualmente es en esta ocasión cuando finalmente la maestría cinematográfica de ambos conspira en unisono para entregar una experiencia excepcional. Aunque suenen a palabras mayores, es una colaboracion que recuerda a los grandes clásicos realizados junto al enorme Gordon Willis.
En su anterior film Vittorio convenció a Woody de que no era un pecado grabar en digital en lugar de fílmico, y en esta segunda ocasión resulta impresionante ver que se utilizan técnicas tan modernas que incluso hacen posible señalar un punto de comparación entre Woody Allen y David Fincher (por más bizarro que parezca). En la casa que resulta casi protagonista del fin, la de los personajes de Winslet y Belushi, nos encontramos no solo con brillantes colores de neón bañando de emociones las escenas, sino también con fondos realizados por computadora y levemente fuera de foco para engañar al ojo y la mente, muy ocupados con la narrativa desarrollándose. Como mínimo, en la película destaca además de los colores un elegante trabajo de cámara que siempre tiene detrás un propósito narrativo, no hace más que agregar o elevar la historia llena de gangsters y desamores.
Por más nombres que haya en el poster, un gran elenco no seria tan alentador si no estuviesen interpretando una variedad de interesantes personajes. Las actuaciones e interpretaciones con acierto tras acierto en casi todos los casos, si de algo sufre la cinta es con una decisión casi tradicional del director: la narración. A diferencia de la repetición de música de época, tan insistente como la narración por parte del personaje de Timberlake, los monólogos del guardavidas no terminan de funcionar. Mientras que la música es breve y nunca intrusiva, la labor del joven actor y musico encuentra en sus recurrentes diálogos a cámara el único punto débil en una performance realmente solida de su parte. Una lástima ya que muchos rápidamente pondrán toda la culpa en él y señalándolo negativamente entre el resto del talentoso cast.
Pero por supuesto, como suele ocurrir en los grandes éxitos del cineasta emblemático de Nueva York, la gran estrella es sin dudas su protagonista femenina: en este caso interpretada por una intensa Kate Winslet. No por nada ha declarado que este es “uno de los personajes más estresantes” que le tocó interpretar en su carrera. Un personaje errático y explosivo que sirve como un volátil centro de la historia, encargándose de unir una trágica historia que habla de las tantas veces que el amor sale mal. Como segunda guitarra esta un inmenso Jim Belushi, entregándose por completo en un papel que le pide estar a la altura de Winslet en varias escenas, y dándolo todo para que ella pueda brillar como se debe. En un film de relaciones y decepciones humanas, los personajes de Winslet y Belushi realmente hacen a la película.
Algunos tendran sus dudas, pero La Rueda de la Maravilla puede ponerse a la altura de lo mejor del Woody Allen moderno. Una realización brillante que sirve para que la trágica y atrapante historia llegue a su mayor expresión gracias a personajes y actores que entregan algunas de sus mejores interpretaciones. Es un placer ver trabajos de este director en los que, aliado con un director de fotografía más allá de los mortales, entrega una experiencia cinematográfica a la altura de sus guiones y personajes. Suerte por él, ya que su habilidad como cineasta es lo que por ahora lo protege de enfrentar cargos y acusaciones realmente serias desde hace ya muchos años. La rueda de Hollywood sigue girando.