La Quietud

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

La nueva creación de Pablo Trapero después de El Clan nos muestra a otra familia con más sombras que luces, mientras sumerge a los personajes en vaivenes emocionales inesperados y en secretos que están por salir a la luz. 

No todo es idílico en la estancia La Quietud, en la que Mia -Martina Gusman- se críó junto a sus padres, pero una situación inesperada hace que ella y su hermana Eugenia -Berenice Bejo, la actriz de El Artista-, recién llegada de París, se reencuentren en la casa comandada por la implacable madre Esmeralda -Graciela Borges-.

Ese ansiado acercamiento entre Mía y Eugenia despierta entre ellas un juego de exploración sexual y pasiones al que se sumarán luego Vincent -Edgar Ramírez-, el marido de Eugenia que también arriba al lugar, y Esteban -Joaquín Furriel-, el escribano de la familia.

El filme tiene la estructura de un drama que juega con el erotismo, las pasiones cruzadas y el suspenso, en ese orden, y en el que el deseo ocupa un lugar preponderante. El plano secuencia que sigue a Mía desde atrás o el ingreso de las hermanas a una estancia cubierta por la bruma presagian tiempos poco felices para todos en los que se irá desempolvando un pasado nefasto, atrocidades y apropiaciones perpetradas por la dictadura militar en la Argentina.

La película cautiva desde el comienzo gracias a la hipnótica labor de Martina Gusman, que logra transmitir los diferentes estados por los que atraviesa esa hija en tensión y conflicto constante con su madre y la devoción por un padre anciano y enfermo. Por su parte, Graciela Borges compone magníficamente a una Esmeralda que recuerda el pasado con dolor y aflora su lado oscuro.

Esta es una historia que aborda el universo femenino y lo hace con sensibilidad narrativa a través de una temática arriesgada que cubre varios flancos. El silencio, lo no dicho y la historia del pasado también son comensales de esa gran mesa donde la comida reúne a los miembros de un clan muy particular, entre cortes de luz, miserias y miradas solapadas.