La patria equivocada

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Hubo una época, larga y por cierto angustiante, del cine argentino en la cual se hacían muchas películas como La patria equivocada . Con el nacimiento de lo que un sector de la crítica -que por fortuna también se renovó en simultáneo- bautizó Nuevo Cine Argentino, ese cine apolillado, declamatorio y conservador estética e ideológicamente quedó archivado.

La nueva película de Carlos Galettini -nueva básicamente por su fecha de estreno-, el director de la exitosa Besos en la frente y de algunos de los films de la saga comercial de Los superagentes -la comedia posible en los oscuros tiempos de la última dictadura-, se propone un objetivo un poco desmesurado: narrar noventa años de la historia argentina para demostrar que ese derrotero estuvo plagado de traiciones. Las Invasiones Inglesas, la Guerra de la Triple Alianza y la Conquista del Desierto son la excusa para una sucesión de viñetas inconexas plagadas de crueldades y erotismo televisivo, es decir, orientadas sobre todo a obtener "impacto". Lo curioso del experimento es su flagrante anacronismo. Es altamente improbable que esa fórmula dé hoy algún rédito en taquilla, más allá del atractivo que pueda representar Juanita Viale para los seguidores de los programas y las revistas de chimentos.

La pobre Juana encarna, en un auténtico tour de force histórico, varios papeles a lo largo de la película -basada en una novela de Dalmiro Sáenz-, algunos de ellos francamente delirantes (en su primera aparición en el film, se expresa todo el tiempo como si leyera citas literarias y filosóficas, por ejemplo). La patria equivocada (otra producción que recibió ayuda del gobierno de San Luis, entre cuyos beneficiados cuesta encontrar alguna apuesta artística valiosa, y ganó el concurso del Bicentenario del Incaa) tampoco aporta nada nuevo como revisión de la historia argentina -todo son brochazos y lugares comunes- y pone en boca de sus personajes verdades del tipo "en el mundo hay dos bandos, y yo estoy de un lado". El montajista Pablo Mazzeo y el director de fotografía Ricardo De Angelis se salvan del naufragio general aportando trabajos competentes.