La noche del demonio: la última llave

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Sur de los EE. UU, Nueva México. En 1953 una típica familia vive en una casa habitada por ciertas “presencias” que las detecta únicamente la hija mayor. Las noches son perturbadoras y la tragedia sobrevuela a sus integrantes. Cuando la chica era adolescente, huyó de allí.

Con un planteo sencillo y atrapante el rompecabezas de la historia de Elise (Lin Shaye) se va construyendo en base a sus sueños y recuerdos. Porque ahora estamos en 2010. Ella se dedica a hacer avistajes espectrales en compañía de dos ayudantes, Specs (Leigh Whannell) y Tucker (Angus Sampson), quienes intentan hacerse los inteligentes y galanes pero terminan quedando como tontos, aunque son buenos en sus trabajos.

El film dirigido por Adam Robitel, que continúa con la cuarta entrega de esta saga, tiene una vuelta de tuerca interesante para tratar una vez más el trillado tema de los fantasmas que defienden y custodian su territorio. En esta ocasión, ante el llamado telefónico de un interesado en contar con sus servicios, la pone ante su mayor desafío porque el lugar donde tiene que hacer la “limpieza” es su casa de la infancia.

Pese a que la narración está plagada de buenas intenciones, y cuenta con todos los elementos necesarios para desarrollar una película de terror, no es del todo convincente. Porque quien contrata a Elise no quiere que vaya a fondo con su investigación. El monstruo tiene cautiva a una chica zombie, actitud que repite no sólo el dueño actual de la propiedad, sino que también hacía lo mismo el padre de la protagonista. Situaciones injustificadas que desvían el foco de atención.

La utilización de los lugares ocultos tras la puerta roja son demasiado grandes e intrincados. La desproporción del tamaño es notable con respecto a las imágenes desde el exterior, o de los sitios comunes internos. Por lo demás, el realizador maneja bien las dosis de suspenso y tensión, las actuaciones conservan un parejo nivel, los vínculos familiares de la mujer, tanto cuando era chica, como en su adultez, están bien logrados.

El Don que tiene Elise no la mortifica, le sirve para ayudar a otros que pasan por las mismas situaciones que ella. Nunca le provocó miedo sino curiosidad por saber que había más allá de lo habitual, pero la actitud y, sobre todo, la motivación para hacer lo que hace el monstruo que le tocó combatir en esta ocasión, no es del todo verosímil.