La mujer de los perros

Crítica de Martín Escribano - ArteZeta

ELOGIO DE LA EXCLUSIÓN

La segunda película de Laura Citarella es codirigida por su protagonista, una outsider que comparte su vida con una jauría de perros callejeros que la escoltan vaya donde vaya. Como una suerte de Mononoke del conurbano, Llinás se mantiene apartada de los de su especie. Se sirve de ellos para conseguir objetos y herramientas (botellas, una pala, fósforos, alguna red abandonada) que le permitan sobrevivir; aunque en realidad, si bien el invierno y la lluvia suponen una amenaza para la salud, no se trata de supervivencia sino de la vida que parece elegir. Hay una escena notoria en la que la mujer (no sabemos su nombre ni tenemos datos de su pasado) bordea un alambrado. Del otro lado el pasto está corto, la gente viste bien y también hay perros, con correa. A lo largo de la película se verá qué es lo que tienen para ofrecer aquellos que están del lado de la civilización. La interpretación de Llinás es certera, apenas si abre la boca durante todo el film. Sus gestos le bastan para fluctuar entre el convencimiento y el desvarío. La cámara de Citarella fluctúa también entre lo más próximo y la lejanía, yendo del pelaje de los animales hasta ese memorable plano final en el que el paisaje, la mujer y sus perros nos regalan una simple y memorable conclusión.