La mosca en la ceniza

Crítica de Osvaldo Bazán - Crítica Digital

Esta ciudad es como en los diarios

El origen de la película, su gloria y su caída, está en el diario. Fue una noticia que, en 2005, conmovió a la sociedad porteña: de un burdel de Belgrano logran escaparse unas chicas esclavas que eran obligadas a prostituirse y se destapa una olla de corrupción y miseria, de miedo y abyección inconcebible en medio de uno de los barrios más exclusivos de la Capital Federal.

Impactada por este hecho, la directora Gabriela David se puso a filmar a partir de los datos públicos. Cuenta, entonces, el penoso periplo de dos amigas, Pato y Nancy (Paloma Contreras Manso y María Laura Caccamo) traídas engañadas a la gran ciudad y encerradas en condiciones inhumanas. Allá está la entregadora, aquí el cafiolo Oscar (Luciano Cáceres) y la madama Susana (Cecilia Rosetto). También hay un cliente, el mozo José (Luis Machín), que en algún momento parece encarnar una esperanza, pero no. El problema es que nada en la película escapa de lo que el imaginario colectivo argentino piensa sobre estos personajes antes de ir al cine. El film puede verse como una confirmación de los temores previos, como la lectura lineal de los diarios. Ese “deber ser” aplasta el costado humano de los personajes y las buenas intenciones achatan aquello de original que podría tener la historia. Al funcionar como arquetipos, el cafiolo es tonto pero cruel, la madama indolente pero cruel, las chicas inocentes pero valientes, el cliente soñador pero pusilánime. Las moscas reviven cuando les echan ceniza encima. Estas chicas tienen demasiado diario encima para poder volar.