La mirada del amor

Crítica de Flor Salto - Loco x el Cine

Los espejos del destino.

Un “pequeño” film, dirigido por un director israelí (Arie Posin) de quien no tenía conocimiento. Es como el perfecto proceso de ir a una tienda, comprar un obsequio, envolverlo y colocarle el moño, culminando con una hermosa presentación que muy bien apreciará aquél que reciba el detalle.

Nikki (Annette Bening) y Garret (Ed Harris) mantenían una emocionante relación matrimonial, hasta que accidentalmente él muere durante un romántico viaje. Pasan cinco años y ella aún no ha podido realizar el duelo correspondiente, pese a seguir adelante con su trabajo, sus actividades diarias, y hasta su amistad con su vecino Roger (Robin Williams, te extrañamos mucho) quien solía ser un buen amigo de su marido.

De repente, Nikki conoce a Tom, un profesor de arte que es un clon de su fallecido Garret. Como se imaginarán, las cosas comenzarán a tornarse un poco extrañas, porque es imposible que la protagonista no demuestre interés, sienta curiosidad-a la vez que un poco de miedo o inquietud- y desarrolle automáticamente sentimientos hacia su NO marido que es igualito, pero no es. Tom lleva una vida bastante relajada en la que se ha separado de su esposa hace ya mucho tiempo, de tal modo que las cosas encajan perfecto como para que renazca el amor.

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Como siempre, la raíz del problema yace en el “qué dirán”, lo cual enloquece un poco todo. Las sensaciones de los personajes son una confusa amalgama, donde el deseo es mucho más potente e imposible de dejarlo ir. Lamentablemente, no puedo hablar más de la trama en sí, ya que este interesante conflicto se resuelve en apenas hora y media de película.

La mirada del amor (The Face of Love, 2013) es una historia que fluye pacíficamente, sin obstáculos, sin ruidos, sin clichés… Correctamente abordada por sus actores, muy bien rodada y con la suficiente dosis de un suspenso que no cae en lugares comunes; o al menos no de un modo brusco. El arte y la metáfora son otros dos componentes muy presentes en el film, permitiendo que aquellos momentos que todos esperamos sucedan, es decir, que la hija de Nikki y Garret se encuentre con Tom, así como también lo hagan otras personas, descarten esas oxidadas hipótesis sobre si está delirando, es un muerto o simplemente es fruto de la imaginación y obsesión de una mujer que sueña con volver a ver a su marido aunque sea un ratito más. Frenen el tiempo y piensen unos instantes lo extraño y desesperante que podría resultarles pasar por una cosa tan desgarradora.

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Con una extrema sencillez y pasividad, este drama de la vida misma (¿Qué? ¿Nunca oíste hablar del doble que TODOS poseemos en alguna parte del mundo?) Se deja querer, planteando una posibilidad que por irrisoria que pueda sonar, no es sinónimo de imposible. Y aunque sé que no debiera ser así, mi paladar y mi garganta demandaron un tanto de tristeza; algo así como un poco de sabor amargo.

La expresión de los sentimientos más fuertes, plasmada en un único relato del cual me apena haya habido tan poca difusión, porque verse al espejo significa mucho más que observar un fiel reflejo de uno mismo.