La intimidad

Crítica de Violeta Bruck - La Izquierda Diario

La intimidad y sus huellas

En La intimidad la cámara observa y reflexiona junto a quienes registra. Se detiene en detalles, siente presencias, habita un lugar familiar, espía y también acompaña.

La mirada descubre entonces lo que sucede luego de la muerte de una mujer de 96 años. La abuela Irene, habitante de Germania, un pequeño pueblo de 1500 habitantes, tranquilo, en la provincia de Buenos Aires. Su familia se reúne para desarmar la casa y decidir qué hacer con las ropas, muebles, objetos y recuerdos de toda su vida.

Andrés Perugini filmó a su abuela durante varios años y considera el registro “un material sensible, cargado de intimidad”. Cuando ella murió y sus hijos se reunieron para desarmar la casa y ponerla en venta, pensó que sería interesante filmar —en su ausencia— el proceso de deshabitar el espacio, la relación que allí se establece entre los herederos y lo material, lo que queda.

En cada objeto se puede identificar a la abuela Irene y en ella a muchas más. Empapelado en la pared, muebles antiguos y todo tipo de vajilla, que a través de los años y reuniones familiares ha sido acumulada en sus diversos diseños y funciones, y como deja claro la cantidad, nunca descartada. Ropa guardada y sin usar, papeles de todo tipo, se deja ver el cuidado por cada elemento que registra el paso de un tiempo no descartable, donde todo se puede guardar para algún nieto, algún amigo, para algún futuro.

Entonces el futuro llegó y los espacios se vacían. El realizador observa el proceso desde adentro, descubre y escucha. La intimidad se construye en un ámbito de confianza familiar y así las palabras son claras, fluyen, permiten conocer.

En una reciente entrevista Perugini cita a una frase de un escritor que le resultó inspiradora “transformar el dolor en aventura”. Entonces el documental se transforma en la aventura de descubrir y conocer, un trabajo que apunta a registrar “las huellas que dejan las personas en el tiempo y cómo el espacio puede ser testigo de esto”.

La intimidad de Irene es descubierta en el registro de Andrés que da inicio a la película, como también en el proceso de deshabitar su casa registrado años después. Las personas dan una identidad a su entorno, en sus objetos, sus plantas, el comportamiento de sus gatos vecinos están las huellas de una vida que al momento de retirar los objetos se transforma.

Así la casa vacía recibe a nuevos habitantes que hacen propio el espacio y le otorgan una nueva identidad, entonces surge la pregunta ¿Es posible borrar las huellas del pasado?

El proceso de observación tranquilo y atento, la escucha paciente y clara, un registro que contempla y reflexiona aportan un material sensible que será organizado en función de encontrar algunas respuestas. Andrés Perugini realiza su primer documental como un verdadero “director de orquesta”, su experiencia como sonidista se valora en una toma directa de calidad que no pierde detalles, su cámara solitaria conquista la confianza para ser parte sin molestar, capturar sin forzar poses, encontrar los encuadres en un lugar que es parte de su historia.

Para Perugini “La casa es el primer mundo del ser humano y allí se hace más profunda la relación de intimidad. El desarme de la casa de mi abuela me permitió pensar que, por más que se intente, hay huellas imposibles de borrar. Algo intangible que remite a ella quedó impregnado en esas paredes, en esos espacios, en la energía de los gatos sin dueño que recorren el jardín donde, aun sin riego y entre la maleza, siguen floreciendo las rosas y flores en cada estación”.