La hermana

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

Ladrón de alturas

En "La hermana", la directora Ursula Meier enfoca a un niño precoz que roba en un resort lujoso para mantener y proteger a su hermana mayor.

En Home, su ópera prima, Ursula Meier rozaba lo surrealista en su captación de una familia aislada y presocial que se revolucionaba con la construcción de una autopista paralela al hogar. En La hermana, los lazos familiares y el recorte geográfico persisten, pero ahora el naturalismo cobra mayor fuerza, y de allí la comparación tentadora entre el filme y el cine de los hermanos Dardenne, con sus niños lúmpenes, huérfanos y solitarios.
Aunque acá no hay un “momento moral” clave, sino más bien un constante ida y vuelta, el que emprende el niño Simon entre su modesto departamento en un edificio desolado y un lujoso resort global en las alturas, donde roba equipamiento de esquí para sobrevivir y mantener a su hermana mayor. Kacey Mottet Klein, intérprete de Simon, es clave en la cinta, con sus rasgos fisionómicos tiernos y pícaros y su mirada seriamente inteligente, óptimos para transmitir su adultez precoz y el talento para la mentira y la negociación.
Louise (Léa Seydoux), la “hermana”, es todo lo contrario: en apariencia desafiante, delata vulnerabilidad y dependencia en el cortejo de novios erráticos. Tanto ella como Simon son seres solitarios, a la deriva, aunque esa inercia sea más la de una subida y bajada a lo Sísifo que una caída cuesta abajo (cuestión evidenciada en el plano final).
El mérito de La hermana está en su rodeo de toda “crisis” europea y en su dedicación a filmar una historia con contados personajes. Y cuerpos: en sus mejores escenas, la directora franco-suiza deja incluso de lado las peripecias ilegales de Simon y sus contratiempos y se limita a exhibir a los protagonistas caminando, peleando, jugando. La superficie del suelo es también crucial (hay pisadas en barro, nieve, tierra, césped), al igual que la atmósfera espacial (el viento y el aire de la mañana, la tarde y la noche).
Un moretón en la cara de Louise o la nariz sangrante de un Simon descubierto no generan patetismo en una película milimétricamente controlada en su tono abierto y distante, que sabe igualmente moderar sus (pocos) momentos festivos. Tímidamente física y segura en su desorientación, La hermana es elegante y fresca como las montañas nevadas que se atisban de fondo, aunque a veces el acento en lo cotidiano supere a la magia furtivamente robada.